Diario La Nación, lunes 5 de febrero de 2001
UNQUILLO, Córdoba. - "Yo soy una monja con hijos", dice
la hermana Matilde Giovagnoli, y sonríe misteriosamente como quien, en el fondo
de su alma, busca escandalizar para despertar conciencias, para provocar una
reacción frente a la difícil tarea que ella, hace ya mucho tiempo, decidió
asumir.
La Casa del Niño, en esta ciudad, es un enjambre de chicos de
todas las edades. Las estribaciones de la sierra verdeazulada enmarcan el
enorme predio donde la obra del padre Aguilera, su fundador, crece al ritmo de
las carencias.
Los "hijos" de la hermana Matilde son 470, y 75 de ellos
son discapacitados.
Llama la atención la libertad con que allí se trabaja para dar respuestas
concretas y cotidianas a las necesidades de los chicos de la calle, a grupos de
hermanos abandonados, maltratados o abusados por sus padres, o alejados de
ellos por decisión judicial.
Esa libertad para trabajar por los pobres es lo que atrajo a la
hermana Matilde, una santafecina del pueblo de Pérez, cercano a Rosario, que se
consagró a la Orden de las Misioneras del Sagrado Corazón, de la Madre Cabrini.
Muy lejos está de representar los 71 años que dice tener.
Ni una cana ni una arruga confirman, junto a su mirada pacífica de
un azul profundo, una verdad de a puño: no hay mejor cosmético que el alma.
"Me preguntan si me tiño el pelo -se divierte-. Mirá si voy a
tener tiempo, con todo lo que tengo que hacer..."
En la Argentina había sido maestra de grado, profesora y encargada
de las internas en los colegios de la congregación, en el barrio de Caballito y
en Villa Mercedes, San Luis.
"Tuve una visión extraordinaria de la pobreza y después de
eso ya nunca fui la misma. Se me hizo imprescindible la experiencia de la
solidaridad", recuerda. Y continúa: "Al volver a la Argentina, en
1988, me dije: "Ya no más colegios de señoritas". Quiero estar cerca
de la gente que lo necesita".
Sus superioras le aconsejaron ir a la Casa del Niño. "Vine por un tiempo y ya llevo 13 años", se enorgullece.
"Tengo como norte lo que la Madre hizo
aún antes de ser religiosa.
Ella estaba en cualquier parte.
Veía la actualidad y actuaba.
No pedía permiso.
Era una mente abierta,
un corazón dispuesto,
un espíritu libre"
Hna. Matilde Giovagnoli M.S.C.