jueves, 2 de diciembre de 2021

Hna. Matilde - Episodio 7: "Matiguás" (Undécima parte)

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La Hna. Regina Casey partió de Nicaragua muy contrariada. Ofreció a las hermanas distintos destinos y relevó a la Hermana Regional de su rol, arguyendo que la había visto muy cansada. A Matilde le ofreció la posibilidad de ir a Estados Unidos, cosa que rechazó de plano. Ella misma pidió pasar un tiempo en San Rafaele, Italia.

Muchas hermanas no comprendían cómo, después de todo lo vivido en Nicaragua, el destino elegido era San Rafaele, casa de reposo para ancianas y de religiosas en no muy buenas condiciones. Matilde sabía que ahí, a pesar de lo que dijeran, encontraría lo que buscaba, curaría las heridas y tomaría decisiones definitivas.

"Un año y medio pasé en San Rafaele. Me hizo muy bien el contacto con las hermanas mayores y con la naturaleza. También estuve en contacto con comunidades de base. Me encontré con unas voluntarias italianas que habían estado en Matiguás y que me invitaron a participar de las reuniones. Fui un tiempo, trabajé con ellos y viví con las hermanas. Una vez por semana había reunión en la sede, a cargo del padre Elio. Un día me preguntó por qué no me quedaba definitivamente con ellos".

 


"Esta dichosa noche,

aunque oscurece al espíritu,

no hace sino para darle luz

de todas las cosas".

Noche Oscura 2N 9,1, San Juan de la Cruz.




"Fue una tentación grandísima: quedarme en la congregación o irme y formar algo nuevo con los de las comunidades de base. Creo que era el año 1987. En un momento tengo que viajar de Milán a Torino y ahí me encuentro casualmente con el padre el padre Mauro, el franciscano que había sido nuestro confesor y de mucha ayuda para nosotras en Matiguás. Repito que fue absolutamente providencial porque podía hablar con él de lo que me estaba atormentando por tentarme de ese modo. El sacerdote estaba en el tren, sentado ahí, solo. Me senté con él y le conté de mi tentación. Él me respondió: bueno... puede ser del Espíritu; tal vez te esté pidiendo una cosa distinta. Y mi reacción fue instantánea: me enojé espiritualmente con él. ¿Cómo podía decirme que yo saliera de la Congregación? Yo lo quería mucho al padre Mauro. Todos los sábados venía a casa a celebrar Misa, nos confesábamos con él. Se quedaba a desayunar con nosotras y siempre hacíamos una reflexión juntos sobre lo que estábamos haciendo, trabajando, cómo estábamos actuando frente a situaciones tan graves como las que pasaban en Matiguás. No pude resistir que él me hablara así y ahí fue que dije: NO, yo no dejo la Congregación, me quedo; me quedo. Y así fue, gracias a Dios".



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