El origen del Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón de
Jesús
14 de noviembre de 1880
El origen del Instituto nos hace recordar a
Madre Cabrini diciendo que había nacido del Corazón de Jesús:
“El Instituto, Jesús mío, es obra de Tu Amor,
haz lo que quieras, para que los miembros te sean queridos” (P.P.)
Obra del Corazón de Jesús, nacido de su
Corazón. Por esto Madre Cabrini, a la que llamamos y veneramos como fundadora,
se sentía siempre un instrumento en las manos de Dios, que la eligió para ser
signo de misericordia en medio de su pueblo.
En la historia, Dios suscita siempre hombres
y mujeres capaces de responder a situaciones de emergencia en un momento
determinado en bien de la humanidad. Así fue, por ejemplo, con Moisés cuando
Dios, mirando a su pueblo se conmueve y le dice: “He visto el sufrimiento de
mi pueblo y he bajado a liberarlo” (Ex.3,7-8). Este Dios “en la plenitud
de los tiempos” envió a su Hijo para ser el “Dios con nosotros”. “Plantó
su tienda entre nosotros”, nos dice San Juan, para compartir nuestra
naturaleza humana y hacerse solidario con nuestra humanidad. Es un gran
misterio y ¿quién lo puede comprender? Los que lo comprenden son atraídos y
llamados a compartir su vida y su misión.
Así fue con nuestra Santa Francisca Cabrini. Dócil
instrumento en las manos de Dios, será conducida por Él por caminos impensables
para continuar en su tiempo la misión de Jesús. Por esto, el 14 de noviembre de
1880 da vida al Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús.
“Las Misioneras del Corazón de Jesús deben
participar de la amplitud de este Corazón Divino que todo abraza, todo
comprende, todo anima, todo une y concentra cerca de sí”.
Estas palabras las escribió en sus notas de
viaje en 1890 y nos revelan el ánimo de la que aún hoy es llamada Madre por su
amor, su sensibilidad, su atención hacia los que sufren y los necesitados, con
el estilo que es propio del Corazón Santísimo de Jesús. No por nada Jesús le
dirá, después de la experiencia mística del cambio de corazón: “de ahora en adelante
tu amarás con mi corazón”.
No nos sorprende, por lo tanto, el dinamismo
de esta mujer que, como Jesús, pasó cual buen samaritano, curando y consolando.
Niños, adolescentes, huérfanos, enfermos, emigrantes, prisioneros, todos, todos
han encontrado un lugar en su corazón.
¡Qué hermoso sería poder detenernos a
contemplar con los ojos del alma, más que con los del cuerpo, la entusiasmada
actividad de esta mujer apasionada por Cristo y por la humanidad!
Pero hoy, ¿cómo mantiene el Instituto su
fidelidad a los orígenes? Nuestro mundo no es el de Madre Cabrini. Hoy, la
realidad es distinta y distintos son los acercamientos a la misma.
Un don, un carisma, no es nunca un fin en sí
mismo, como dice San Pablo, siempre es dado para el bien de la comunidad.
Y así es como el Instituto continúa
respondiendo a viejas y nuevas pobrezas, manteniendo intactas las tareas de los
orígenes para responder a las expectativas y a las necesidades de la humanidad
de hoy.
- En un
mundo sediento de valores verdaderos el Instituto continúa creyendo en el
valor de la educación; educación de la mente y del corazón de niños,
adolescentes y jóvenes.
- En un
mundo consumista y replegado sobre sí mismo y sus propias necesidades
responde con la atención a los más pobres y necesitados.
- A
nuestro mundo eficiente y productivo responde atendiendo a los más
débiles.
- A la
cultura de muerte responde con el respeto y la promoción de la vida en
todas sus fases, desde el inicio hasta el final, con compromiso ético,
profesional y tecnológico al servicio de la vida.
- Al
rechazo del diferente, del exiliado, del extranjero responde con la
acogida y la inserción.
- Al
predominio del individualismo responde con la comunión.
- En un
mundo injusto se hace voz a favor de los derechos humanos.
Así, este carisma continúa, hoy como ayer,
haciéndose cargo de las necesidades de la humanidad.
Hna. Lina Colombini, MSC
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