1899 (Segunda parte)
Qué felicidad siente la conciencia que no
permite absolutamente que en su corazón reine otro que el corazón del amantísimo
Jesús, que es el autor de la sabiduría, de la pureza, de la justicia y de todas
las más bellas virtudes. Haz, Jesús mío, que me acompañe siempre una conciencia
delicada y sensibilísima a las menores insinuaciones, y haz cada día más recta
mi conciencia, de modo que siempre se conforme enteramente a las luces de la
razón y de la fe, y se regule siempre según las máximas de tu santo Evangelio,
que es para mí un manjar exquisito. Todos los bienes espirituales que adornan
al alma consagrada son rayos del Sol divino que dan reflejos en ella, son
riachuelos del manantial inagotable de la bondad divina que el amantísimo Jesús
dispensa a su amada esposa para hacerla digna de El y semejante a El. Oh qué
hermoso y admirable eres Amado, y qué inefable tu virtud y tu sabiduría.
Además,
hago este acto de consagración total de mí y del Instituto, con todos los
miembros que lo componen, para glorificar y consolidar Vuestro Divino Corazón,
y para renovar de modo solemne todos cuantos votos, que cual dulces y suavísimos
vínculos, me unen a Vuestro Amantísimo Divino Corazón.
Por
el triunfo de la Santa Iglesia y que siempre sea sin mancha y sin arruga.
Para
obtener un espíritu de unidad con su Jefe, y de Santidad al Sacro Colegio de
los Cardenales, a todos los Prelados y a todas las almas del Sacro Culto.
Por
la prosperidad de nuestro Instituto y de nuestras Misiones a la mayor gloria
del Divino Corazón.
Por
la santidad y auténtica robustez de espíritu en todas nuestras observancias.
por cada uno de sus miembros, y que jamás ninguna cometa pecado grave o desmaye
en su santa vocación.
Para
obtener que me hagáis digna víctima vuestra, toda vuestra, toda dedicada a Vos
sin reserva y de modo que puede de verdad complacer, consolar, glorificar y
amar con un amor inmenso.
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