Uno de los días más hermosos que
ha habido
El hermoso día de la Inmaculada de
1903
Con Dios
no se pierde jamás. Él llama muchas veces a vuestro corazón y pide para tener
ocasión de dar; lo poco puesto en sus manos con corazón amable y con pura
intención de complacerle, se multiplica en nuestra utilidad y beneficio. Todo
lo que se da a Dios, aunque sea pequeño, se hace grande, y por eso la grandeza
espiritual de un alma nace a veces de haberse privado por amor suyo de una
ligera satisfacción, de un pequeño gusto.
Los
perfectos se complacen en la práctica de la virtud, lo mismo que los sensuales
en las delicias de la vida.
La luz
del sol alegra el ojo sano y atrae sus miradas con el esplendor de las
perfecciones de Dios, las cuales embelesan el corazón que es perfectamente
puro.
La
Religiosa que ama verdaderamente a Jesucristo, con amor verdaderamente
espiritual, es una Religiosa que ama la santidad de la vida y la perfecta
observancia. Huye de toda pequeña falta, que así se forma casi una imposibilidad
moral de pecar.
Lo ha
dicho Jesús: un árbol bueno no puede dar frutos malos.
San Juan
dice que quien es conocido de Dios no comete pecado y ni siquiera puede pescar.
San
Próspero asegura que la caridad de los perfectos une inseparablemente a Dios y
ya no está sujeta a ningún vicio de inestabilidad o cambios.
El
privilegio de quien está apoyada en el Verbo humano es no poder moralmente
pecar.
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