Fragmentos de cartas y hojitas sin fecha e
incompletas
(Séptima
parte)
Ejercicios
Espirituales de las externas
Avisos a
las Religiosas (Continuación)
Estemos
cerca de Jesús, porque si perdemos a Jesús lo hemos perdido todo. Cuando se
retira a Jesús, que es el sol de nuestras almas, no hay vegetación: es invierno,
es luto, es muerte.
Buscad a
Jesús, que si lo encontráis hallaréis el sol, la vida, el cielo. Pero sabed
tenerlo prisionero, haciéndoos vosotras mismas prisioneras de Él mediante el
recogimiento. No importa hacer cosas grandes y brillantes, sino que todo
consiste en hacer bien lo que Jesús quiere de nosotras. Muchas veces tenemos
grandes deseos…, pero aspira a tal puesto o a tal otro para hacer bien…,
engaños para su (n. de la r.: el reverso de la hojita parece referirse a otro
tema; aquí se transcribe seguido).
Estamos
formando una corona. Faltan quizá pocas flores y son acaso las últimas que yo
pongo. Que, al menos, sean bellas, frescas, olorosas.
Jesús se
ofreció por nosotros en el templo hace pocos días. ¡Por nosotros!
Ratifiquemos
este ofrecimiento. Ofrezcámonos, renovando nuestra profesión, que asume los
caracteres y los deberes de la víctima. Pero los satisfago siempre (n. de la
r.: el escrito termina aquí) …
Dios
exige del alma que aspira a la vida interior ciertas virtudes fundamentales,
que son el ornamento necesario de la morada adonde la invita a conversar, y la
primera de ellas es la fidelidad a la gracia.
… en su
benevolencia una cara sonriente de festiva alegría, a la triste melancolía.
El alma
fiel recibe en la meditación el gozo, la luz y la corona de gloria.
El alma
infiel, que por su infidelidad pierde la luz, la alegría y (n. de la r.: el
manuscrito termina aquí) …
Las
pasiones son más terribles que los traidores.
La
corona de espinas está formada por mi orgullo. Su carne fue flagelada por mis
molicies. Sus espaldas, desnudadas por mis deseos de comodidades, de honores,
de ociosidad, de privilegios. Los clavos son mis repugnancias a la obediencia.
Qué tortura sin tregua causada por mi vileza. Qué delito espantoso. Todas mis faltas
graves y leves hallan en Él su expiación. Jesús, pues, es mi víctima, ¿y no querré
yo hacerme víctima por Él a cualquier precio? Puedo ofrecer, a modo de
sacerdote, la víctima de Jesús unida a la mía para que pueda ser grata al
Eterno.
Quiero
librar a Jesús de la muerte venciéndome a mí misma. Guerra a la soberbia, a la
vanidad.
…
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