jueves, 3 de diciembre de 2020

Una espiritualidad eclesial para Laicos (6ta parte)

 





Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo, Codogno 2018





Capítulo 14:

Una espiritualidad eclesial para Laicos

Según el espíritu de Santa Francisca Cabrini





Lo que las Misioneras iban aprendiendo de su colaboración con los laicos era su capacidad profesional, su competencia, la conciencia de la función que ellos desempeñaban y frecuentemente su puntualidad y honestidad, junto a los valores humanos y cristianos de los que podían ser portadores. Y los colaboradores laicos iban aprendiendo de las Misioneras algo que era una parte fundamental del carisma: la gratuidad, el servicio sincero y humilde sin esperar recompensas, el desapego de las obras en las cuales habían empeñado tantas energías, la responsabilidad misionera apostólica en hacer de modo que todo estuviera orientado hacia la mayor gloria de Dios.

Estos aspectos los podían conocer los colaboradores laicos día a día, viendo los sacrificios de las Misioneras, sus rezos continuos, su compromiso que no estaba pensado para conseguir dinero, carrera o prestigio. En cierto sentido esto permitió a las obras cabrinianas tener un estilo que los colaboradores laicos iban asumiendo sin darse cuenta.

Por tanto, la Congregación pudo tener en todos los tiempos magníficas figuras de colaboradores laicos que, aunque prestaron su servicio profesional remunerado, sin embargo descubrieron en el trabajo profesional también una dimensión espiritual y misionera en armonía con cuanto dice el Concilio Vaticano II en la Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, en el n. 67:

“Es para el trabajador y para su familia el medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus hermanos y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al perfeccionamiento de la creación divina. No sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo quien dio al trabajo, una elevadísima dignidad trabajando con sus propias manos en Nazaret.”[1]

Una figura de colaborador laico comprometido en la misión de Madre Cabrini fue el Arquitecto Thomas Leroy Warner.

Mr. Thomas Leroy Warner había regalado la gran estatua de Madre Cabrini que en 1947 era puesta en la Basílica de San Pedro en Roma. Era una eminente figura de bienhechores del Instituto de las Misioneras y una magnífica figura católica. Las Misioneras lo recuerdan como un hombre piadoso y generoso que demostró su gratitud al Instituto no sólo dirigiendo gratuitamente todos los trabajos del hospital, sino regalando luego la estatua. Su generosidad con el Instituto era debida a una gran devoción a Santa Francisca Cabrini. En efecto, por intercesión de la Santa, Mr. Warner había obtenido la curación de su esposa.

Madre Antonietta della Casa obtuvo para él una condecoración pontificia: la encomienda de San Gregorio y el mismo día, el señor Warner fue recibido por el Santo Padre. Después de la construcción del hospital, recibió de Madre Antonietta el encargo de empezar el Santuario de Santa Francisca Cabrini, próximo al hospital Columbus de Chicago. Visitó Italia, Francia y Alemania para tomar motivos artísticos para el Santuario. Después prefirió el arte italiano. Se hallaba en Florencia la mañana del 6 de septiembre de 1952 y, acompañado de Mons. Enrico Pitzki, capellán de la Casa Madre de Roma, fue a misa a la iglesia de Todos los Santos donde comulgó y, después de recitar el Rosario entero, volvió al hotel. Allí estaba tratando negocios importantes cuando de repente se sintió mal debido a un ataque repentino de angina de pecho y, en breve, asistido por el sacerdote, murió. Llevaba consigo la reliquia de Santa Francisca Cabrini y había dejado en buen camino la construcción del Santuario.

De él Madre Antonietta decía que era “un óptimo católico, de costumbres intachables y desinteresado”.

Interesante es también la figura de un gran personaje de China de los primeros años del 1900: Lo-Pa-Hong. Un ilustre católico y comprometido en la sociedad y en la Iglesia por dar a conocer a Dios en las poblaciones paganas. Este señor ayudó a las Misioneras del Sagrado Corazón en su misión en China durante aquellos difíciles años en los cuales China estaba liquidando su milenaria dinastía para entrar en una nueva forma de gobierno: el comunismo de Mao. Visitaba frecuentemente a las Misioneras comprendiendo sus dificultades y sosteniendo su ideal misionero y educativo. El señor Lo-Pa-Hong fundó obras de caridad, ayudó a muchos misioneros y misioneras a situarse en China, tanto con sus bienes económicos como con su prestigiosa personalidad pública. Murió mártir y hoy está en proceso la causa para reconocer sus heroicas virtudes.



[1] Véase también Chistifidelis Laici, n. 43




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