MI RETIRO ESPIRITUAL
De septiembre de 1897 (Primera parte)
Bajo la protección de mi querida
Madre Inmaculada de las Gracias y de San José.
Siento una
necesidad grande, una sed ardiente de hacer los Santos Ejercicios para unirme
íntimamente a Jesús y, encerrada en su Divino Corazón, aprender a corresponder
de algún modo a aquel exceso de Amor con el que me ama mi Amado y amantísimo
Esposo. Oh Jesús, qué bueno, entrañable y amable eres… Dilata, ay, mi pequeño
corazón para que pueda corresponder de algún modo a tu excesivo amor. Oh Jesús,
yo no puedo más; o amarte o morir. Oh Jesús, Esposo amado de mi alma, te amo
mucho, mucho, pero me consumo porque no sé amarte como quisiera y como merece
tu hermoso Corazón inflamado de Amor. Oh Amor inmenso, oh océano de amor, haz
que yo te pueda amar por intercesión de María Santísima Inmaculada de las
Gracias y de San José, mi maestro de vida interior. (pág. 171)
Procuraré hacer todo con mucha regularidad,
evitar todo lo que pueda estorbar el recogimiento exterior, y en cuanto al
interior estaré siempre unida a Jesús, delante de El, con mi alma dispuesta,
pidiéndole una luz vivísima para conocer todos mis defectos y gracia para
poderlos corregir y cambiar en otras tantas bellas virtudes.
En el descubrimiento de los defectos me
humillaré profundamente y amaré el oprobio que de ellos me venga. Dios en su
infinita bondad me concibió en su mente y sacándome de la nada me dio un alma,
un corazón capaz de amarle; encendió dentro de ella un fuego, le dio una
amplitud de deseos y le está invitando constantemente a amarle cada vez más. El
me llena hasta el colmo de todo bien, cuyo gozo trasciende toda expresión. Oh
mi Amado, ¿cómo eres Tú? Oh mi amor, mi vida, oh mi Todo, Tú eres todo mío, y
yo soy toda tuya. Yo soy tuya porque Tú eres mío.
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