jueves, 18 de julio de 2019

"Levantar un templo en el propio corazón" (3ra Parte)








Hna. María Barbagallo, Levantaos y alzad el vuelo
Codogno 2018



Capítulo 1:
“Levantar un templo en el propio corazón”
El camino de la interioridad





La oración y el silencio ayudan a componer nuestra fragmentariedad:

“Recogeos a menudo en el templo místico de vuestro corazón, para rectificar vuestras intenciones y donar vuestros afectos a Jesús”[1].

Y esto ayuda a realizar la unidad interior Según dice Lanza del Vasto[2]:

Recobra el control de ti mismo, hombre.
Cierra los ojos,
Deja las herramientas, los deseos y las preocupaciones,
saborea el silencio, reconstruye la unidad.
Entonces tal vez hallarás a Dios en el fondo de ti mismo.

S. F. Cabrini explica que:

“Será oída la oración cuando en ella se aúnen el hombre exterior y el hombre interior, el cuerpo y el alma, concordando con auténtica mortificación del cuerpo al alma, y ambas luego se pondrán de acuerdo con un tercero que se llama espíritu, de modo que para orar se reúnan y se unan juntamente el cuerpo con sus sentimientos, el alma con la imaginación: memoria, entendimiento y voluntad y entonces Cristo en medio de ellos, unidos en su nombre, ayudándoles a orar con eficacia. Pero quien esté desunido, esto es, el cuerpo puesto en oración, el alma desordenada y el espíritu vagabundo, pendiente de mil ansiosos pensamientos inútiles y vanos, nunca podrá decir que ha rezado verdaderamente”[3].

La unidad a la cual se llega con ayuda de la gracia, es un ejercicio de fe que coincide con el significado del silencio profundo, de la oración sencilla, de la compostura en la posición, de la devoción, sabiendo que Dios está dentro de nosotras, por eso debemos tener nuestro espíritu:

“Siempre dispuesto a la oración en todo tiempo y lugar, trabajando, caminando, comiendo, hablando, sufriendo, gozando, orando, habitualmente y siempre”[4].

Como dice San Pablo: “... orad incesantemente” (Ef 6,18).

El camino de la unificación de sí mismo es un camino de purificación por el desorden y la fragmentación al que nos acostumbramos sin darnos cuenta. Esta profundidad es necesaria porque la oración:

“... hecha con fe recupera lo perdido, redime el tiempo pasado, compone todas las cosas”[5].

Y hace posible alcanzar la unidad dentro de nosotros mismos. Necesita el “recogimiento de las potencias del alma”, allí Dios obra según sus designios. El conocimiento al cual se debe aspirar para el camino hacia la interioridad sea auténtico, es propio de personas transparentes que Madre Cabrini llama “sencillas”, leales, sin rodeos ni pretensiones, ni ambiciones desmesuradas:

“Esta excelencia del alma es la que la hace capaz de ciencia y sabiduría, de virtud y de gracia, de felicidad y de gloria… esta alma puede sumergirse en Dios y en Él lo encuentra todo”[6].




[1] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 105, n. 28
[2] Giuseppe Giovanni Lanza del Vasto (1901-1981) fue un filósofo, poeta y escritor italiano
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 200-201
[4] Ibídem, pág. 277
[5] Ibídem, pág. 175
[6] Ibídem, pág. 61

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.




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