Hna. María Barbagallo, Levantaos y alzad el vuelo
Codogno 2018
Capítulo 1:
“Levantar un templo en el propio corazón”
El camino de la interioridad
…
La oración y el silencio ayudan a componer nuestra fragmentariedad:
“Recogeos a menudo en el templo místico de
vuestro corazón, para rectificar vuestras intenciones y donar vuestros afectos
a Jesús”[1].
Y esto ayuda a realizar la unidad interior Según dice Lanza del Vasto[2]:
Recobra el control
de ti mismo, hombre.
Cierra los ojos,
Deja las herramientas,
los deseos y las preocupaciones,
saborea el silencio,
reconstruye la unidad.
Entonces tal vez
hallarás a Dios en el fondo de ti mismo.
S. F. Cabrini explica que:
“Será oída la oración cuando en ella se aúnen
el hombre exterior y el hombre interior, el cuerpo y el alma, concordando con
auténtica mortificación del cuerpo al alma, y ambas luego se pondrán de acuerdo
con un tercero que se llama espíritu, de modo que para orar se reúnan y se unan
juntamente el cuerpo con sus sentimientos, el alma con la imaginación: memoria,
entendimiento y voluntad y entonces Cristo en medio de ellos, unidos en su
nombre, ayudándoles a orar con eficacia. Pero quien esté desunido, esto es, el
cuerpo puesto en oración, el alma desordenada y el espíritu vagabundo, pendiente
de mil ansiosos pensamientos inútiles y vanos, nunca podrá decir que ha rezado
verdaderamente”[3].
La unidad a la cual se llega con ayuda de la gracia, es un ejercicio de
fe que coincide con el significado del silencio profundo, de la oración sencilla,
de la compostura en la posición, de la devoción, sabiendo que Dios está dentro
de nosotras, por eso debemos tener nuestro espíritu:
“Siempre dispuesto a la oración en todo tiempo
y lugar, trabajando, caminando, comiendo, hablando, sufriendo, gozando, orando,
habitualmente y siempre”[4].
Como dice San Pablo: “... orad incesantemente” (Ef 6,18).
El camino de la unificación de sí mismo es un camino de purificación por
el desorden y la fragmentación al que nos acostumbramos sin darnos cuenta. Esta
profundidad es necesaria porque la oración:
“... hecha con fe recupera lo perdido, redime
el tiempo pasado, compone todas las cosas”[5].
Y hace posible alcanzar la unidad dentro de nosotros mismos. Necesita el
“recogimiento de las potencias del alma”, allí Dios obra según sus
designios. El conocimiento al cual se debe aspirar para el camino hacia la
interioridad sea auténtico, es propio de personas transparentes que Madre
Cabrini llama “sencillas”, leales, sin rodeos ni pretensiones, ni
ambiciones desmesuradas:
“Esta excelencia del alma es la que la hace
capaz de ciencia y sabiduría, de virtud y de gracia, de felicidad y de
gloria… esta alma puede sumergirse en Dios y en Él lo encuentra todo”[6].
…
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