lunes, 11 de julio de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 05


IMAGEN DE UN ALMA (2ª Parte)


Prefacio a la selección antológica hecha por Giuseppe De Luca de escritos de la Madre Cabrini y publicada en 1938 con el título “Palabras sueltas”

Para llegar adonde deseamos es necesario caminar: la meta que se nos aparece próxima es remota. Para “ver el alma” de la Beata Cabrini será necesario dejar atrás rápidamente, más rápidamente de lo que es posible, todo cuanto hay en torno a ella y ella no es.
No se sabe que la Beata Cabrini tuviera maestros de espíritu, en el sentido que se daba a esta expresión en el siglo XVII. Tampoco dio jamás signo alguno de querer seguir, siguiendo a Cristo en el camino de la cruz y de la virtud, esta o aquella dirección histórica, esta o aquella teoría o praxis ya definida. Tampoco pretendió, ni aun inconscientemente, abrir un camino nuevo, formular nuevas normas de piedad, marcar un itinerario del todo adecuado a la perfección.
Tuvo como maestra a la Iglesia, con las enseñanzas eternas y las particularidades temporales que fueron de su tiempo. Aceptó y adoptó expresiones y directrices, tal como entre 1880 y 1910 se las ofrecía la Iglesia, reconociendo en ellas lo divino y no rechazando lo humano. Alma inmortal y mujer de su tiempo, hizo su viaje terrenal en la nave de la Iglesia, acomodándose sin sublimes desdenes ni inteligencia crítica al color de la época.
“Estamos en el seno de la Iglesia católica, y siempre reposamos nuestra cabeza en la piedra misteriosa y querida que es Jesús”[1].
Empirismo, se dirá. Respondamos: si la Beata hubiese profesado la teoría, seguir en el empirismo podría haber sido una culpa. Por el contrario, ella no quería sino hacerse santa y santificar. No abrió discutiendo quiméricos caminos en papel impreso, sino que los abrió de hecho, como veremos, andando su camino, para llegar realmente a la santidad, llevando tras sí un pueblo de mujeres.
Sabemos que leyó algunos libros y que sentía predilección por ellos[2]. En la medida en que se lo consintió su perpetuo viajar, mantuvo contacto con no pocos religiosos. A algunos los tuvo en opinión de santidad. Pero ni de los libros ni de los hombres aprendió su camino, sino en aquello en que libros y hombres se relacionaban con la Iglesia. No podemos, por tanto, ayudarnos con el conocimiento de libros y personajes particulares para conocer su alma.
Los lugares en los que pasó su vida, intensa y rápida, no nos ofrecen mayor ayuda. Aun siendo lombarda, no permitió que ningún carácter de su Lombardía natal dominase en su vida espiritual. Como tampoco ninguna característica de los países, de los innumerables países que recorrió y en los que se paró. Dado su origen lombardo y su vida en los Estado Unidos, parecería fácil salirse con la formulita de la vida activa (mejor, “del activismo”) para definir a la Beata Cabrini.
No menos cómoda y expeditiva sería una ojeada a su tiempo, en la esperanza de que nos diera una visión, una quintaesencia de su santidad. Se recordaría así a León XIII, luego la cuestión social, más bien los varios aspectos de la cuestión social; se añadiría una palabra sobre la mísera condición de los ancianos o, como se dice, de las clases pobres; de ahí podría inferirse que la santidad de la Cabrini fue una santidad social, de tipo social. Palabras.
* * *



[1] F. S. Cabrini: Tra un’onda e l’altra, Roma, 1980, pág. 148 (Hay edición española: Entre una y otra ola, 1973).
[2] Alfonso Rodriguez, S.J.: Ejercicio de perfección y virtudes cristianas; Alfonso M. de Ligorio: Monaca Santa; Pinamonti: Religiosa in solitudine; Tomás de Kempis: Imitación de Cristo; Ignacio de Loyola: Ejercicios Espirituales.

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