IMAGEN DE UN ALMA (4ª Parte)
Prefacio a la selección antológica hecha por Giuseppe De Luca de escritos de la Madre Cabrini y publicada en 1938 con el título “Palabras sueltas”
De sus relaciones místicas con el Señor no sabemos
absolutamente nada, ni de ella ni de quien la vio de cerca. Llamó resueltamente
“sueños” lo que a nosotros nos parecen una cosa muy distinta de nuestros
sueños, turbios y locos.
Una vez escribió ella misma de sí con naturalidad:
“Una de nosotras, que deseaba bastante encontrarse por un
momento cerca del Tabernáculo, vio en sueños una gran procesión de santos que
venían con Jesús a consolarla en su gran deseo”[1].
También “soñaba” el martirio:
“Durante unas seis o siete noches, a cada pequeño ruido
creía que venían a quitarme la vida; pero no tenía tiempo de apoderarse de mí
el terror, porque más aprisa venía a sorprenderme una soñada alegría de un
martirio, como tuvo que soportarlo Juan Bautista por la misma causa”[2].
La M. Antonietta della Casa, que la sucedió en el gobierno
de la Congregación, nos refiere:
“Sentía gran repugnancia por las llagas y la sangre. Me
dijo haber visto en sueños a Nuestra Señora, que servía a los enfermos en las
salas de un hospital… Corrió para ayudarla, pero la Virgen, con el rostro un
poco severo, le dijo: ‘¡Como no quieres hacerlo tú, lo hago yo!’ Tras esto
aceptó de inmediato el hospital, que siempre había rechazado, y apreció
vivamente curar y asistir a los enfermos, visitándolos todas las mañanas,
confortándolos, satisfaciendo sus lícitos deseos”[3].
Otra vez dijo a una hermana: “Lo que tú no me has hecho
ver, me lo ha indicado el Sagrado Corazón en sueños”[4].
Cuando alguna de sus hijas creía estar a punto de tener la
llave del secreto, la Madre cambiaba la cerradura.
“Sor Franceschina Cairo, la cocinera de Codogno, un ángel,
que ahora, como píamente podemos suponer, está cantando con los ángeles en el
Cielo, era compañera de cuarto de la Madre. Una noche, despertándose, vio la
habitación iluminada por un vivísimo resplandor. ‘Madre, ¿ha visto?’ ‘Sí,
duerme, no es nada’, fue su tranquila respuesta. Pero a la noche siguiente, sor
Franceschina halló su lecho preparado en otra celda, y desde aquel día la Madre
durmió sola”[5].
* * *
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