IMAGEN DE UN ALMA (8ª Parte)
Prefacio a la selección antológica hecha por Giuseppe De Luca de escritos de la Madre Cabrini y publicada en 1938 con el título “Palabras sueltas”
La Beata Cabrini fue digna hija de su pueblo. Por los
efectos se ve, sin embargo, que su inquietud fue otra cosa, que no era como la
de sus paisanos. Su inquietud era análoga a la de Jesús en su vida pública.
Jesús no tuvo casa. La Beata Cabrini no estuvo jamás en ninguna casa como si
fuese a quedarse. Estaba siempre de paso, fuese donde fuese: que cada uno
considere lo que trasluce ese sentimiento. “Cuando estudiaba de niña la
geografía, que, junto con la historia, me gustaba más que cualquier otra
materia…”[1];
cuando estudiaba geografía e historia, le gustaban: un día recorrería el mundo
y ningún lugar le gustaría por más tiempo que el instante en que lo veía. Para
ella, como para San Pablo, no pasaba solamente el tiempo, sino que transit figura juius mundi.
Caminó hasta la muerte y murió en una casa en la que estaba
de paso. Así, de improviso, sin grandes preparativos ni siquiera para esta
última partida: “El Sagrado Corazón se da tanta prisa en hacer las cosas que no
consigo seguirle”[2].
¡Y quería construir, para llevarla ella, la nave “Cristóforo”!
Escribió a sus hijas: “¡Vamos, adelante todas, por
caridad!, porque la vida es muy breve y si no nos damos prisa al final no
encontraremos nada… ¡Aprisa, aprisa y alegremente, hijas mías!”[3].
Más: “Tendremos que correr todos para iluminar a las almas que no conocen a
Jesucristo: si no lo podemos hacer porque no tenemos todavía las alas de la
firme virtud, oremos, al menos, ¡suframos!”[4].
El tema de las alas y del vuelo es frecuentísimo en la Beata: aquí vemos qué es
lo que entendía por alas. Más: “Es demasiado pequeño el mundo para que tengamos
que limitarnos a un solo punto: yo querría abrazarlo todo y llegar a todas
partes”[5].
En una carta escribía: “Me doy cuenta de que el mundo entero es demasiado
pequeño para satisfacer mis deseos y no me concederé paz hasta que sobre el
Instituto no se ponga jamás el sol, para poder ofrecer así una continua
alabanza al Sagrado Corazón de Jesús. Creced y multiplicaos, porque la
aflicción que sufro en mis viajes es demasiada al ver cuántas extremas
necesidades hay a las que no puedo remediar por falta de gente”[6].
Y escribía, orando: “Con tu gracia, amantísimo Jesús,
correré detrás de ti hasta el final de la carrera, y esto por siempre, por
siempre. Ayúdame, ¡oh, Jesús!, porque quiero hacerlo ardientemente, velozmente”[7].
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario