lunes, 22 de agosto de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 11


IMAGEN DE UN ALMA (8ª Parte)

Prefacio a la selección antológica hecha por Giuseppe De Luca de escritos de la Madre Cabrini y publicada en 1938 con el título “Palabras sueltas”

La Beata Cabrini fue digna hija de su pueblo. Por los efectos se ve, sin embargo, que su inquietud fue otra cosa, que no era como la de sus paisanos. Su inquietud era análoga a la de Jesús en su vida pública. Jesús no tuvo casa. La Beata Cabrini no estuvo jamás en ninguna casa como si fuese a quedarse. Estaba siempre de paso, fuese donde fuese: que cada uno considere lo que trasluce ese sentimiento. “Cuando estudiaba de niña la geografía, que, junto con la historia, me gustaba más que cualquier otra materia…”[1]; cuando estudiaba geografía e historia, le gustaban: un día recorrería el mundo y ningún lugar le gustaría por más tiempo que el instante en que lo veía. Para ella, como para San Pablo, no pasaba solamente el tiempo, sino que transit figura juius mundi.
Caminó hasta la muerte y murió en una casa en la que estaba de paso. Así, de improviso, sin grandes preparativos ni siquiera para esta última partida: “El Sagrado Corazón se da tanta prisa en hacer las cosas que no consigo seguirle”[2]. ¡Y quería construir, para llevarla ella, la nave “Cristóforo”!
Escribió a sus hijas: “¡Vamos, adelante todas, por caridad!, porque la vida es muy breve y si no nos damos prisa al final no encontraremos nada… ¡Aprisa, aprisa y alegremente, hijas mías!”[3]. Más: “Tendremos que correr todos para iluminar a las almas que no conocen a Jesucristo: si no lo podemos hacer porque no tenemos todavía las alas de la firme virtud, oremos, al menos, ¡suframos!”[4]. El tema de las alas y del vuelo es frecuentísimo en la Beata: aquí vemos qué es lo que entendía por alas. Más: “Es demasiado pequeño el mundo para que tengamos que limitarnos a un solo punto: yo querría abrazarlo todo y llegar a todas partes”[5]. En una carta escribía: “Me doy cuenta de que el mundo entero es demasiado pequeño para satisfacer mis deseos y no me concederé paz hasta que sobre el Instituto no se ponga jamás el sol, para poder ofrecer así una continua alabanza al Sagrado Corazón de Jesús. Creced y multiplicaos, porque la aflicción que sufro en mis viajes es demasiada al ver cuántas extremas necesidades hay a las que no puedo remediar por falta de gente”[6].
Y escribía, orando: “Con tu gracia, amantísimo Jesús, correré detrás de ti hasta el final de la carrera, y esto por siempre, por siempre. Ayúdame, ¡oh, Jesús!, porque quiero hacerlo ardientemente, velozmente”[7].
* * *



[1] Tra un’onda e l’altra, pág. 440.
[2] Processi, pág. 127.
[3] La Madre F. S. Cabrini, o. c., pág. 9.
[4] Ibíd., pág. 202.
[5] Ibíd., pág. 79.
[6] Ibíd., pág. 133.
[7] Cfr. esta obra, pág. 183.

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