lunes, 17 de octubre de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 19


“Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre
y no desprecies la lección de tu madre.
Tenlos atados siempre a tu corazón,
enlázalos a tu cuello;
en tus pasos ellos serán tu guía;
cuando te acuestes, velarán por ti;
conversarán contigo al despertar” (Prov 6,20-22).

Bajo el cuidado de: María Regina Canale, M.S.C. e Imelda Cipolla, M.S.C.
Centro Cabriniano – Roma

PRESENTACIÓN
Las páginas que siguen nos permiten entrever algo de aquellas noches de luz de las que fue testigo providencial en Codogno una humilde hermana, una de las primeras compañeras de la Madre Cabrini.
El cuadernito de estos “pensamientos”, como los denominó la propia Madre Cabrini, compuesto de hojitas cosidas simplemente, formó parte de los numerosos manuscritos inéditos de nuestra fundadora.
Ahora, en el cuadragésimo aniversario de la beatificación de la Madre, sale a la luz con la esperanza de que el mensaje que dimana de estos escritos nos ayude a conocer mejor a la Madre Cabrini y nos revele la luz que guió su caminar hacia Dios y la fuerza que la sostuvo en tantas pruebas.
Para las referencias bíblicas se ha hecho uso d la Biblia de Jerusalén; nueva edición totalmente revisada y aumentada. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1980.
Es una primera aproximación, que no pretende ser completa ni considera haber agotado todas las posibilidades de profundización.

PENSAMIENTOS
Hallados en un libro misterioso que me hicieron impresión

1.       María Santísima en hábito de color rosa brillante, con manto azul celeste también brillante, en gesto de dulcísima complacencia, tendía los brazos para estrechar en su regazo a su hija confidente. Esa alma afortunada asegura no haber visto imagen, por hermosa que sea, comparable a los amables y bellos rasgos de la Virgen Santísima en aquella aparición.
2.       Un alma atribulada no sabía si aceptar o no una obra de mucha gloria para Dios por temor a exponer a sus súbditas a excesivos peligros, cuando en el colmo de la amargura, mientras suplicaba fervorosamente a Nuestro Señor expuesto en el altar que le hiciera ver con claridad, vio la santa hostia transformarse en una gran luz y posarse sobre un globo que representaba el mundo. El globo se aproximó girando a los ojos de aquella persona, y el Señor, a la vez que despertaba en ella vivos e íntimos sentimientos, le mostró la inmensidad de los lugares a donde debía llevar su obra para gloria de Su Majestad.
Pero no pudo de momento comprender cuál era el nombre de aquellos países lejanos porque estaban escritos con caracteres y lenguas extranjeras que ella no conocía; quedó, sin embargo, más animada a llevar a cabo cuanto entonces se le ofrecía.
3.       Titubeando, no obstante, en su interior al verse incapaz de todo y privada del verdadero espíritu que se requiere para el apostolado, se le presentó de nuevo la Virgen Santísima con el Niño Jesús en brazos que tenía en una mano el globo terráqueo, con el cual jugaba como si fuera una pelota, y dijo a su hija: “¿De qué temes, viendo que todo está en mis manos y que puedo hacer lo que quiero del orbe entero? Si yo te ayudo –continuó–, ¿a quién temerás?” Aquella alma quedó muy consolada y animada para la gran empresa.
4.       Le mostró también el Señor por dos veces la corona que le tenía preparada si llevaba a cabo la obra tan cara a su Corazón piadoso y misericordioso.
5.       Estando una sierva de Dios meditando la vida de María Santísima, le vinieron sublimes y profundas iluminaciones a la mente sobre cómo y en qué obras debían imitar a su Madre, tanto ella como sus súbditas, y se sintió animada no sólo a emprender grandes obras, sino, en particular, una hacia la cual había sentido hasta entonces mucha repugnancia, pareciéndole de mera caridad material.
Una luz viva le hizo comprender el bien espiritual que podía obtener de aquella obra de misericordia. Le inspiró, además, las normas que debía dar a sus súbditas para aquel ejercicio de caridad, a fin de que no sufrieran daño en el espíritu.
6.       Un alma temía emprender un largo viaje de muchos días por mar y dudaba, además, de si el Señor estaría contento de la obra que iba a emprender, cuando vio a Jesús bello y majestuoso en vestido blanquísimo, que poniendo la mano en su Corazón adorable le mostró el monograma de su Santísimo Nombre pintado en él con su Sangre, mientras le decía con voz interior, pero vivamente al alma: “Ve, que con este nombre en el que tanta fe tienes serán bendecidos tu viaje y tu obra”.
Aquella alma quedó muy animada e hizo una fervorosa comunión de acción de gracias, en la que se sintió inspirada a realizar muchos actos de santo amor.
7.       Un alma sintió un día vivo afecto hacia una persona a la que debía muchos favores, y estando en la duda de si aquel sentimiento era o no del agrado de Dios, se le apareció Jesús con rostro muy grave y le dijo: “Yo ordené en ti la caridad y ahora echas a perder mi trabajo; ay de ti si una chispa nada más de los afectos de su corazón la pones en la criatura; entonces yo te abandonaré a tu miseria”.
Aquella alma sintió un fuerte sobresalto, se humilló profundamente, renovó su voto de ofrenda total como víctima del Sagrado Corazón de Jesús, y entonces Jesús, sonriendo, la dejó con gran alegría de su alma.
Al día siguiente hizo la comunión de acción de gracias, experimentando sentimientos inusitados y viviendo a partir de entonces más íntimamente la unión con Dios.
8.       Un alma que yo conozco eligió en Año Nuevo como patronos a San Miguel, San Francisco Javier, Santa Margarita Alacoque, San José y María Santísima, señalando a cada uno los favores especiales que esperaba de ellos en el curso del año. Por la noche, entre la vigilia y el sueño, tuvo una visión en la cual se le apareció Jesús acompañado de estos santos, diciéndole que aprobaba su elección y que los confirmaba como patronos suyos. Los santos se mostraron todos muy gozosos con tal encargo, inspirando gran confianza a su devota, y en el curso del año la ayudaron grandemente en todo.
9.       [1]



[1] En el texto editado pasa del párrafo número 8 directamente al párrafo número 10

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