Retiro de preparación para el
cumpleaños en la Novena de la Bienaventurada Virgen del Carmen de Panamá.
Julio
de 1895.
En los cuarenta
y cinco años de mi vida que voy a cumplir, ¿qué he hecho para mostrarme
perfecta cristiana, verdadera religiosa y esposa de Jesucristo, conforme a mi
vocación especial?
Dios me
acompañó desde mis primeros años con su inmensa caridad, rodeándome por todas
partes, como el agua del mar que circunda y encierra al pez, y si yo hubiera
correspondido, ya debería ser una gran santa. He vivido rodeada de la bondad de
Dios y no me he transformado en ella. He vivido en la caridad de Dios y no me
he inflamado en ella. He vivido en la omnipotencia de Dios, pero no me he
aprovechado de ella, viviendo casi siempre apoyada en mí misma con daño
gravísimo de mi vida espiritual. Oh si hubiera tenido siempre una fe ardiente y
viva. Con vuestra gracia, Dios, la tendré de ahora en adelante, en el poco
tiempo que me dejéis para mi santificación.
Procuraré estar
siempre encerrada en el Corazón adorable de Jesús, a una con las tres Divinas Personas;
imploraré continuamente la luz, ocupando mis potencias en la suma bondad para
poderla amar, la infinita majestad para adorarla, la suma Sabiduría con la que
conversar, la omnipotencia en la que confiar con profunda, humilde, inmensa
confianza; y allí veré la infinita alegría en la que seré bienaventurada.
Oh Rey inmenso
que estáis en vuestro reino por esencia, presente en todas partes, concededme
que también yo esté presente delante de Vos, viviendo sola inmersa en Vos y sirviéndoos
con la mayor fidelidad.
En todas las
cosas del mundo miraré a Dios que en ellas está por esencia, por presencia y
por potencia, obrando en ellas y mediante ellas. Al ver las criaturas no me
detendré nunca en lo exterior, sino que miraré lo precioso del alma que
encierran, implorando sobre cada una de ellas una bendición especial del Altísimo
para su santificación. Rodeada de peligros y de enemigos, avivaré la fe
pensando que estoy muy próxima a Dios, presente en todo y en todas partes, y
así adquiriré gran valor, repitiendo las palabras de Job: Pone me iuxta te, et
cuiusvis manus pugnet contra me.
Procuraré buscar
a Dios dentro de mí misma, sin cansarme buscándole ansiosamente fuera de mí;
pero intentaré tener el ánimo bien purificado de toda imperfección, procurando
que no haya nunca en mí nada que ofenda a la infinita pureza de su vista y que
me impida verlo y conocerlo mejor.
Gozaré de la presencia de mi Tesoro infinito, alegrándome
continuamente por ver que mi ser debilísimo está próximo al Fuerte batallador,
que hará todo en mí y para mí en la medida de mi confianza; andaré repitiendo a
menudo: Omnia possum in Eo qui me confortat. Yo pensaré en Ti, oh amado Jesús,
y descansaré en Ti, y Tú pensarás en todas mis necesidades y harás todo en mí y
por mí. Creo firmemente en Ti; pero, oh Jesús, aumenta cada vez más mi fe.
Espero todo de Ti, pero hazme esperar cada vez con mayor seguridad. Te amo
mucho, mucho, mucho, y quiero amarte cada vez más. Todo a tu mayor gloria, oh
Jesús mío. He aquí la víctima; haz de mi lo que quieras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario