EN LOS SANTOS EJERCICIOS
De septiembre de 1897 (Quinta parte)
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Cuánto amor en Jesús, cuánta dignación. Lanza una mirada al alma, ve su
imagen, su hechura, la obra de sus divinas manos y de la cruz, y se deleita, la
estrecha en su regazo amorosísimo, le habla un lenguaje nuevo, íntimo,
sobrehumano, la besa y la transforma haciéndola digna de sí, y el alma goza y
pena en ese éxtasis de amor; goza y no puede menos, porque siente no estar ya
en la tierra y esa felicidad la corrobora, la conforta, la hace omnipotente,
sin conocer ya dificultades. Nada en amor y no piensa más que en contentar a su
amor amado. Sufre porque ve y conoce su miseria, su nada, su debilidad, su
insuficiencia para corresponder; quisiera arrojarse a los pies de Jesús, pero
al mismo tiempo se lanza al amor sin poder remediarlo, porque Él es el Amor,
que la consuela hasta darle el beso en la boca. El alma siente que el corazón
se le despedaza, mientras querría decir: Te amo; y sin quererlo, al tiempo que
se anonada, dice: Te amo, y llora, y las lágrimas quieren ser de dolor, pero
son inefables y son la expresión del amor que no sabe expresarse. Oh Jesús, oh
amor…, ¿cómo eres Tú? Oh mi Dios y mi Bien, ponte como sello sobre mi corazón y
sobre mi brazo, para que los afectos, que son todos tuyos, sean cada vez más
perfectos, más fuertes, más fervientes, para ser dignos de Ti. Que yo no trabaje y obre si no es para Ti y para tu
gloria.
Ay, repíteme, Jesús, que no sabes estar sin mí, porque hasta este punto
he visto que amas a tu criatura. Jesús mío, Esposo amado de mi alma, mi Dios y
mi Todo, yo no puedo ya estar, no puedo respirar sin Ti. Oh amor, oh amor, oh
amor… Te amo, te amo mucho, mucho, mucho.
Sea muy diligente el alma por Dios favorecida para no caer ni siquiera
en el menor pecado venial, porque si el pecado venial no quita la caridad, la
hace, sin embargo, lánguida y floja.
Las pequeñas infidelidades son como la ceniza
que cubre el fuego del santo amor; el esplendor queda sofocado, aunque no se
extinga. La presencia del pecado venial no quita a la caridad la fuerza que
posee y la capacidad de obrar, pero la entorpece en cierto modo, privándola del
uso de su actividad, y por ello queda ociosa, estéril e infecunda. Para no
llegar a este deplorable estado, sea muy humilde el alma amante, desconfíe de
sí muchísimo y confíe muchísimo en Dios, haga siempre alguna oración especial
para obtener la conservación y el aumento de esa caridad que es puro don de
Dios, caridad pronta, fervorosa, florida y fructífera. Oh cuánto sabe obrar
Jesús en un alma que con simplicidad y generosidad se adhiere a Él. Amemos, amemos
al Amor. Él es fuerte como la muerte… Sacrifiquémonos a este gran sacrificador,
que tanto ha hecho y sabe hacer por nosotros. Oh Jesús amado, qué grande eres
en tu bondad, cuántas invenciones de amor. Oh si pudiera amarte cuanto
quisiera, oh si pudiera hacerlo cuanto debiera. Pero yo lo quiero, y permíteme,
como otro signo de bondad, que yo te repita mi más bello estribillo: Te amo,
Jesús, te amo mucho, mucho, mucho; pero dilata mi corazón en el amor, porque
quiero amarte cada vez más; quiero consumirme de amor por Ti, oh mi amantísimo
Jesús, y consumirme cual cera ardiente delante de Ti. Oh Jesús, oh Jesús, oh
Jesús, confío en Ti, no me dejes, por favor.
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