EL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
El, mi Dios, da
el ser a mi ser, casi una creación continua. Conserva libre el aliento a mi
pecho y me da voz sonora y robusta en cuerpo grácil, para que pueda cumplir mi
deber de Misionera, publicando la gloria de su amabilísimo Corazón, tan
misericordioso. santo y justo.
Los más
excelentes y admirables espíritus no son más que sombras en tu parangón, pero
tu bondad es tan grande que con tu inmenso amor en ellos pones tus
complacencias. ¡Oh Jesús, cuánto te amo y cuánto más deseo amarte! …
1. Mantengámonos cerca de Jesús,
porque perdido Jesús, perdemos todo.
2. Cuando se retira Jesús, que es
el sol de nuestras almas, no hay vegetación de progreso espiritual, sino que se
hace invierno y todo es muerte.
3. Busquemos a Jesús, que si lo
encontramos, hallamos el sol, la vida, el cielo, y sepamos luego tenerlo
prisionero, muy cerca, muy cerca, haciéndonos a nosotros prisioneros suyos, con
el amor y el recogimiento perfectos. ¡Unión suavísima!
4. No importa hacer cosas grandes
y luminosas, sino que todo consiste en hacer bien lo que quiere Jesús de
nosotros, y en la forma en que lo quiere y con las circunstancias que Él
quiere.
5. La corona que se otorga a los
santos la hacemos nosotras, si somos generosas y llevamos una vida observante,
de verdaderas religiosas Misioneras del Divino Corazón, y faltan tal vez pocas
flores, y acaso son las últimas que volvemos a poner. ¡Adelante! ¡Hagamos que,
al menos, sean bellas, frescas y olorosas!
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