EL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
1899 (Sexta parte)
1. La víctima grata a Dios no es
quejica; no se lamenta jamás; tiene sed de padecer, no dice jamás ¡basta!
2. Las penas del cuerpo, las del
espíritu, los trabajos, los deberes de la Comunidad, las contradicciones, las
villanías. las asperezas, todo es poco, todo recibe la verdadera víctima con
gran generosidad e ilimitada confianza en Dios.
3. La víctima es humilde, tiende a
la muerte, a la destrucción de si y va y sigue hasta la consumación del
sacrificio.
4. La esencia de la santidad
consiste en reconocer la soberanía de Dios sobre nosotros y en someternos a Él
en todo y por todas partes, con plena adhesión de voluntad, plazca o no plazca a
nuestra miserable humanidad, cuando Él lo dispone.
5. Saber sufrir sin deplorar la
falta de los consuelos humanos, en silencio, en paz, es cosa que, a primera
vista, parece muy difícil, pero, sin embargo, es meta a la que debe llegar el
alma amante consagrada a Dios.
6. Consideramos las aflicciones
como un ángel custodio, como una sombra benéfica, que impide al sol ardiente de
las cosas terrenas agostar el campo de nuestra vida de perfección, que estamos
obligadas a tener siempre regado con el celestial rocío del cielo, y a
cultivarlo siempre con amor grande y gran humildad.
7. No hagamos caso de nuestras
inclinaciones; el alma es noble, y por eso no debe escuchar al cuerpo, que es
vil.
El buen Jesús
nos ha trazado el camino estrecho, pero seguro, que conduce el alma amante a
gran perfección.
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