Hna. María Barbagallo, Levantaos y alzad el vuelo
Codogno 2018
Capítulo 1:
“Levantar un templo en el propio corazón”
El camino de la interioridad
***
En la enseñanza de Madre Cabrini
es recurrente el tema de la "luz
interior":
"El
alma, delante de este Sol divino está en un continuo éxtasis de amor: sí, vive
en el mundo, y por necesidad trata con el mundo para la gloria de Dios y la
salud de las almas buscando siempre nuevos medios; pero su vida está encerrada
y perfectamente sepultada en el Corazón de Jesús. El Corazón de Jesús es para
un alma fiel a su consagración, como un sol fijo que, con sus rayos divinos, la
ilumina por senderos de justicia y santidad y, aunque es uno en sí mismo, se
multiplica en sus efectos y en sus comunicaciones, obrando siempre con suavidad
y firmeza. A veces, ilumina tan admirablemente la inteligencia, que la pluma no
sabe escribir lo que la mente ve. Este amante divino se hace como preceptor del
alma amante y fiel y la guía siempre en todos sus pasos, consolándola con su
luz hermosa, suave, amable y saludable"[1].
En el contexto experiencial
cabriniano, la luz interior provoca ese "despertar del corazón" del que habla hoy la teología mística[2],
o sea, una nueva capacidad de ver a Dios en todas las cosas:
"Sol
de justicia, que os complacéis al visitar nuestro jardín, ilumina e inflama
nuestra alma de tal manera que sus pasos sean como la luz de la mañana que
camina y crece hasta el día perfecto"[3].
Y verlo, ya sea en la naturaleza,
en el cosmos o en la historia. Esto sucede en "una súbita tomo de conciencia de la unidad de todas las cosas"[4],
vivida por Madre Cabrini en su capacidad de conciliar el estrés de sus viajes y
de los negocios en los que se tenía que sumergir con la alegría de sentir la
presencia de Dios en su vida. En ella tenemos un ejemplo de cómo vivir la
contemplación en la calle gracias a aquel camino de interiorización de todas
las experiencias teniendo como punto de unión a Jesús, el hijo de Dios, que con
su encarnación ha hecho posible poder vivir el cielo en la tierra.
Durante uno de sus viajes,
sintiendo la amenaza de la impaciencia que anidaba en su corazón y en el de sus
compañeras, dice:
"Nosotras
hubiéramos querido correr a la misión; pero si nuestro buen Dios quiere que
disfrutemos como señores de un par de días de recreación, gocémoslo en santa
paz y hagamos que este descanso y este deleitarse de aire puro (se encuentra en
medio del océano) y de vistas encantadoras, sirva para restaurarnos, para mejor
servirle y para glorificar cada vez más su paternal bondad"[5].
***
[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 284-285
[2] Cfr. W. Johnston, Teología mística, ed.
Appunti di viaggio, Roma, 2001, pág. 224ss.
[3] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 58
[4] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 225
[5] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 114
El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.
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