jueves, 22 de agosto de 2019

"Levantar un templo en el propio corazón" (6ta Parte)








Hna. María Barbagallo, Levantaos y alzad el vuelo
Codogno 2018



Capítulo 1:
“Levantar un templo en el propio corazón”
El camino de la interioridad




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También el aspecto del "descanso en Dios" es parte de la experiencia íntima de Dios en la que tomar un descanso de la inquietud de la existencia, de las dificultades y de la fatiga física y mental:

“Mi amado Jesús, atrayéndome con la mayor ternura para descansar en su Divino Corazón como una peregrina suya, cansada de un largo viaje, me hizo conocer en vivos colores todos los beneficios que recibimos”[1].

Con Jesús también los miedos y las adversidades son más suaves:

“Adelante con valor, hijas, sabed ganaros la dulce mirada de Jesús que, una vez dentro de vosotras, no tenéis nada que temer. Sople el viento con fuerza o se desencadene la tempestad, nosotras estamos a buen seguro refugiadas en el Arca Santa del Corazón de Jesús, en el Corazón de nuestro Esposo. Encerradas en este Horno de amor, todo nos será más fácil y dulce: la exacta observancia, las tareas más gratas, el poder trabajar y sacrificarse por el bien del Divino Corazón, el deseo más ardiente de nuestra alma. Dejad todo lo que sabe a vosotras mismas y a estas cosas de aquí abajo, arriba vuestros corazones…”[2]

Y hablando de la nueva fundación en Buenos Aires en 1896, después de haber visitado más de 60 casas para encontrar una que sirviera a sus propósitos, verdaderamente cansada, encuentra en Dios su descanso.

“El Sagrado Corazón, ¡qué bueno, querido y amable es! Una sola mirada, una sola palabra suya grabada en el fondo del alma, basta para reanimar y tranquilizar: Él es una dulcísima medicina, Él es la fuente inagotable de todo bien, por lo que es conveniente que nosotras nos perdamos en Él con inmensa confianza; Él es un abismo de amor, donde está nuestro aposento, nuestro descanso, donde podemos estar seguras en cualquier circunstancia crítica; Él es un tesoro escondido e infinito que busca siempre manifestarse en nosotras, difundirse y distribuirse para enriquecer nuestra pobreza; él es nuestro verdadero oratorio de paz y de alegría, lo único necesario para nuestro corazón, nuestro todo en todas las cosas”[3].

Y vuelve con la imagen del “santuario interior” como un motivo dominante en el que encontrar descanso:

“En el santuario del Corazón amante de mi Amado pondré esta noche todo cuanto he realizado por su amor, pidiendo humildemente perdón por mis faltas y descansando luego tranquila en Él; no pensaré más que en servirle mejor mañana y en seguir sus inspiraciones”[4].

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[1] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 120
[2] Cfr. Epistolario, Vol. 5°, Lett. n. 2043
[3] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 346
[4] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 126-127

El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí.





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