jueves, 26 de septiembre de 2019

"Liberaos y alzad el vuelo" (3ra Parte)







Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 2:
“Liberaos y alzad el vuelo”
En el misterio de Dios




Cada día, en cada momento, nos hallamos frente a la alternativa de tener que escoger entre el camino de la vida y el de la muerte (cfr. Dt 30,15), amenazadas por las atracciones de una y otra parte: “debéis observar y cumplir lo que os mandó el Señor, vuestro Dios, no os apartéis ni a derecha ni a izquierda. Seguid siempre el camino que os mandó el Señor, vuestro Dios, para que viváis, os vaya bien y se prolonguen vuestros días en la tierra de la que vais a tomar posesión” (Dt 5,32-33).
Recorriendo el camino de Dios, que implica una visión clara de su compromiso de amor, es donde nuestro corazón no necesita volverse ni a uno ni a otro lado:

“¡Sí, hijas mías! que verdaderamente el buen Jesús sea vuestro en todo: que vuestro corazón nunca se incline hacia otra parte, ni sobre vosotras, ni sobre las creaturas. Las creaturas sin nuestro Jesús no nos pueden servir, al contrario, perjudicar en caso de que vosotras os guardéis uno solo de los preciosos afectos de vuestro corazón del cual Dios es muy celoso. Vuestro corazón Jesús lo quiere todo o nada. Cuántas veces vosotras os sentís tristes, atribuladas, melancólicas, preocupadas y no sabéis la causa. Entrad en el perfecto silencio del alma y examinad vuestros afectos, vuestras tendencias y sentimientos, siempre hallaréis que la causa es que os habéis separado un tanto de la fuente de la vida, de vuestro Jesús, amándoos a vosotras y a las creaturas”.[1]

Para Madre Cabrini es verdad que quién vive así, es feliz:

“El camino del cielo es tan estrecho, rocoso y espinoso, que nadie puede pasar por él si no es volando. Nadie puede volar sin alas, pero estas alas no se adhieren al cuerpo, sino sólo al Espíritu. Así pues, el espíritu para volar debe luchar con el propio cuerpo, con un desapego absoluto de todo lo que a éste apetece. Desprendido de la tierra, el espíritu, mediante una perfecta renuncia de sí mismo y un perfecto desprendimiento de sí y de la propia complacencia, podrá volar libremente sobre el camino espinoso sin sentir las punzadas, con gran alegría y perfecto gozo”.[2]



[1] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 489
[2] Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 136, n. 2


El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí

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