jueves, 12 de septiembre de 2019

"Liberaos y alzad el vuelo" (1ra Parte)


Hna. María Barbagallo, Liberaos y alzad el vuelo
Codogno 2018




Capítulo 2:
“Liberaos y alzad el vuelo”
En el misterio de Dios





“Cuántos esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
echan alas como las águilas,
corren y no se fatigan,
caminan y no se cansan”.
(Is 40,31)


Para encontrar a Dios en lo más profundo del propio corazón es necesario un movimiento ascendente que involucre a toda la persona para tomar las alas del amor y volar hacia los horizontes de Dios. Es necesario trascender lo inmediato para hallar lo que es duradero, lo que es particular para captar lo que es universal, lo que es transitorio por lo que es eterno, lo que está ligado a nuestros intereses personales por los intereses y gustos de Dios. Este movimiento Madre Cabrini lo expresa con una frase sugestiva: “Liberaos y alzad el vuelo”.[1]
El significado más cercano al espíritu de S. F. Cabrini para explicar su “liberaos y poneos las alas”, que se produce con mucha frecuencia en su enseñanza, es ciertamente aquello del “desapego”. Desapego de todo y de todos para poder volar libremente en Dios:

“El alma totalmente desligada de sí y de todo, vuela siempre en santa alegría”.[2]

Aunque todo el contexto del desapego refleja el estilo ascético de la época, también hay un gran aliento que este “volar” quiere significar. Es la trascendencia entendida como un planear hacia Dios, atraído por una fuerza irresistible que genera una nueva visión del mundo y de la vida e implica decisiones precisas que llevan el sello de Dios:

"Haceos santas, desligándoos de toda pequeña miseria que es como brea que os pega a la tierra, liberaos para poder volar en el aire puro donde hallaréis la inefable bondad del querido y amable Jesús”.[3]

“Sed puras, hijas mías, desinteresadas, despegadas de todo y de todos, también de vosotras mismas, de vuestros deseos e inclinaciones, y seréis entonces como un mar pacífico. Sí, seréis como un mar, porque el alma pura se hace capaz de grandes cosas y su mente puede moverse libremente en la infinitud de Dios; el alma terrena, llena de compromisos, es la que está siempre retraída, empequeñecida, pusilánime, frecuentemente envilecida, que no sabe lanzarse nunca a la amplitud del divino servicio. Ninguna de tales almas quisiera ver entre mis hijas, ni siquiera entre mis amigos: quisiera que todos tuvieran alas para poder volar y descansar en la feliz paz de un alma toda de Dios”.[4]



[1] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 22
[2] Cfr. La Stella del Mattino, pág. 29
[3] Cfr. Epistolario, Vol. 2°, Lett. n. 648
[4] Cfr. Entre una y otra ola, pág. 27-28


El capítulo completo lo encuentran en la carpeta "Material" o haciendo clic aquí

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