Capítulo 2:
“Liberaos y alzad el vuelo”
En el misterio de Dios
La virtud de la esperanza es una
de las tres virtudes teologales que son fundamentales en la vida de cada
cristiano. La esperanza cristiana ennoblece todas las buenas “esperanzas”
humanas, todos los sueños que se puedan tener para nuestro crecimiento como
personas y como cristianos, porque purifica la esperanza que está únicamente
anclada en la tierra y la adapta al Reino de Dios. Madre Cabrini fue maestra en
esta dinámica. Ante el temor de que sus sueños, aunque buenos, fuesen sólo
ilusiones o gusto personal e incluso ambición, los sometía siempre a la ley de
la obediencia a la Iglesia y evitaba la precipitación en tomar decisiones porque
no quería otra cosa que lo que Dios quería. Pero la virtud de la esperanza que
da alas para correr tras la voluntad de Dios, es sobre todo fundamental en los
momentos de oscuridad y de perplejidad. Esto significa que, en el camino de la
fe, se debe continuar perseverante en las promesas de Jesús durante la
oscuridad y cuando todo parece contrario a la realización de nuestras
esperanzas. Esta experiencia fue vivida por S. F. Cabrini de modo más intenso
cuando, joven y cargada de esperanzas, se vio obligada a permanecer durante
seis largos años en la miserable Casa de la Providencia, sin ver la luz de un
túnel aparentemente sin salida.[1]
La purificación de la voluntad y
de las esperanzas humanas está encerrada en la palabra “desligados”, que
está indicando la liberación de los lazos que ciñen “falsas esperanzas”
sin duración, para lanzarnos hacia horizontes ilimitados de trascendencia, es
decir, del conocimiento de Dios por amor, en la mediación de la identificación
con la esperanza de Jesús, sus sentimientos, sus criterios y su proyecto:
“El elogio más espléndido que se puede
entretejer sobre esta tierra a una mujer... es ser la verdadera Esposa del
Corazón Santísimo de Jesús. La verdadera Esposa del Corazón de Jesús, como
águila, pasea sobre la altura de los montes a los que no pueden llegar la mayor
parte de las mujeres católicas, porque la verdadera Esposa de Cristo sale de
los senderos ordinarios y camina por caminos que revelan la virtud no común
que, mediante la fe viva y la gracia de Dios, ha conquistado. Sí, la verdadera
Esposa de Cristo se encuentra en una esfera particular que supera en excelencia
a todas las otras de un modo verdaderamente inefable”.[2]
Le escribe a una Religiosa para
que ayude a otras Hermanas a vivir esta mística que ayuda a la adhesión
absoluta a los intereses de Dios:
“... amad mucho a Jesús y vivid totalmente
abandonadas en su Divino Corazón. Decid frecuentemente: mi Jesús es para mí y
yo soy toda para Él, me gusta y me gustará todo lo que a Él le gusta”.[3]
[1]
Cfr. Pensamientos y Propósitos, pág. 165
[2]
Cfr. La Stella del Mattino, pág. 85
[3]
Cfr. Epistolario, Vol. 3°, Lett. 953