jueves, 26 de agosto de 2021

Hna. Matilde - Episodio 1: "El comienzo" (Tercera parte)

 

Parroquia Ntra. Sra. del Carmen, Pérez

...

Antes de que ese julio determinante llegara a su fin se celebraba en Salta la reunión Nacional de la Acción Católica. El padre de Teresa era ferroviario; trabajaba en los talleres y por ser empleado tenía, él y su familia, pasajes gratis para viajar en tren a cualquier parte del país. Con otras tres muchachas del pueblo, también hijas de ferroviarios, planificaron el viaje y allá fueron, a Salta. Debe haber sido esa una experiencia muy fuerte, aunque no tanto como la que vivió cuando regresó a su casa.

Mientras Teresa estaba de viaje, dos hermanas de la congregación se llegaron hasta Pérez directamente a hablar con el párroco, el Padre Tritta. Querían cerciorarse de la verosimilitud del interés mostrado por las dos primas durante la visita al convento. Esa visita había sido un secreto entre Teresa e Inés y es posible que tampoco el párroco se hubiese enterado. Así fue que el sacerdote llamó al padre de Teresa, le informó de la venida de las Hermanas y de la posible vocación de su hija. El padre no pareció asombrado por la noticia y le contestó al sacerdote que sí, que podía ser.

Lo largo del viaje de regreso desde Salta, el frío y el cansancio, hicieron mella en el físico de Teresa y volvió afiebrada. Era domingo y la familia estaba, como de costumbre, en torno a la mesa, almorzando. Apenas abrió la puerta, Elsa (quién después fuera la Hermana Luján), a boca de jarro le dijo:

-Acá vinieron unas monjas diciendo que vos querés ser religiosa. ¿Qué hay de cierto?

Teresa, cansada por el viaje y debilitada por la fiebre, pensó: -¡Acá, sonamos!

Sin embargo no escapó a la respuesta; le dijo que sí, que era verdad, pero Elsa, que estaba cursando el colegio como interna con las hermanas Franciscanas de Alberdi, en Rosario, y conocía desde adentro la vida que llevaban las mujeres consagradas, le dijo con tono firme y casi de reproche: -¿Vos sabés lo que es eso? ¿Sabés lo que es ser religiosa? ¡Nunca estuviste en un convento y con eso, no se juega!

Pero había algo más que marcaba las costumbres de la época y de las familias profundamente católicas. Blanca, la mayor de las hermanas estaba de novia, y el novio, presente en la reunión familiar de ese domingo, manifestó su opinión:

-La primera que tiene que salir de la casa paterna es Blanca, porque es la mayor. Si te querés hacer religiosa, vas a tener que esperar.

Teresa, tal vez ayudada por su malestar físico y con la paciencia ya agotada, le contestó muy directamente:

-Y bueno, entonces casate rápido.

Elsa, que había abierto el fuego, salió también a replicar:

-¡Eso no tiene nada que ver, ni lo de la mayor ni lo de la menor, porque a Dios se le da la juventud, y no ... "lo otro"!

El padre puso fin al altercado y pidió que dejaran a Teresa tranquila, que lo mejor era que se fuese a descansar.

Marta, una de las hermanas menores, al recordar aquellos días del comienzo asegura que ya se veía que Teresa tenía todas las condiciones para ser religiosa; que cuando Elsa dijo que también se haría religiosa sí, fue más sorpresivo, pero lo de Teresa no. Tal vez, este fue el motivo de la respuesta del padre al sacerdote, sin asombro ni cuestionamiento.

La familia Giovagnoli se había instalado en el barrio de Alberdi, al norte del centro de la ciudad de Rosario, recostado sobre la ribera del Paraná. El papá, en su niñez y juventud había ido al colegio de las Hermanas Franciscanas, pero no pudo seguir porque lo expulsaron por travieso. Blanca y Elsa, las dos hijas mayores, fueron como pupilas. El padre había vendido su casa en el barrio y se había mudado a Pérez para que ellas tuvieran educación religiosa. Elsa terminó sexto grado y se quedó dos años más, pero en un momento volvió al pueblo. Algo se debatía en su interior. Pareció que le gustaba un muchacho y si en algún momento había pensado en abrazar la vida consagrada aquí, la idea quedó relegada. Lo que no había desaparecido en la muchacha era la conciencia de qué cosa significaba seguir el camino de la vocación. Por eso, todo el tiempo le repetía a Teresa:

-¿Vos sabés lo que vas a hacer? ¡Mirá que con eso no se juega!

El día después del regreso de Salta fue definitivo. Teresa, y se verá a lo largo de su vida, no era una mujer de postergaciones. Se acercó a su padre y le pidió saber qué había pasado. Él, con toda sencillez y naturalidad le contó que habían estado las Hermanas hablando con el párroco y que éste lo había llamado para informarle y consultarlo. Con la misma naturalidad y sencillez, ella le dijo que sí, que su intención era consagrarse.

No sin tristeza, al escuchar a su hija hablar sobre su vocación le dijo que lamentaba mucho no haber imaginado que ella querría ser religiosa. De haberlo sabido, se habría ocupado para que ella también pudiese formarse adecuadamente yendo a estudiar con las religiosas de Alberdi. Teresa no lo vio como un problema, es más, pensó que:

-Para ser santa no era necesario un título más. Mi objetivo era la santidad...

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