jueves, 5 de agosto de 2021

Hna. Virginia - Episodio 6: Acuérdate Virginia (2da parte)

 


Para una mujer de carácter tan firme, apasionada e involucrada profundamente con su misión, no debe haber sido nada fácil mantener el equilibrio y no reaccionar compulsivamente frente a los acontecimientos que en el ambiente en el que estaba, eran diarios. Ahí, la dignidad humana, los derechos de las mujeres y de los chicos, la justicia y la paz, eran continuamente menoscabados. Virginia era una defensora acérrima de estos derechos y desterrar la violencia, tanto social como intrafamiliar era el eje de su misión. Hay testimonios que cuentan que más de una vez entraba de golpe a una casa en la que sentía gritos o llantos e increpaba a los varones que golpeaban, bajo los efectos de la bebida, a sus mujeres y sus hijos. Hubo ocasiones en que ella misma llamaba a la policía o los llevaba hasta la comisaría hasta que entraran en razones. La falta de trabajo, la miseria y, muchas veces el vicio, hacía que los robos y las riñas fueran más que frecuentes, no solamente yéndose a las manos sino también con armas blancas y de fuego. Virginia no dudaba en llegar a los gritos pidiendo calma y ponerse en el medio para que se separaran.

"Con tu gracia y ayuda trabajaré siempre a favor de la justicia, defendiendo los derechos humanos, la dignidad y el honor de las personas, para que no sean aplastados y tratados con injusticia. Resolver mis conflictos y ayudar a mis hermanos a resolver los de ellos, es mi deber. Un NO enérgico a la violencia; nada de violencia, todo con el diálogo afectuoso. Usar siempre la vía de la persuasión, vía negociada".

Para eso,

"Procuraré ser una persona apacible, cálida, conciliadora. Para conseguirlo repetiré muchas veces (10 ó 20), a la noche antes de acostarme y a la mañana, antes de levantarme: 'nada ni nadie podrá en este día turbar mi calma y mi paz’''.

Conociendo tan profundamente las necesidades de su gente, la Hermana Virginia se privaba no solamente del descanso necesario, de horas de sueño y de comodidades. Se privaba también del alimento y con disimulo, lo sacaba de la mesa y lo llevaba a su cuarto para embolsarlo y llevarlo al otro día al hogar que sabía, era necesario. En un apunte de Cuaresma hace una referencia mínima, aunque sabemos que estos sacrificios no eran solo cuaresmales.

"A mediodía no comeré fruta, pues almuerzo en la misión; por la noche dejaré la fruta durante cuatro días a la semana y la guardaré para los niños pobres que nunca comen frutas. Durante la Cuaresma no comeré ningún dulce, ni caramelos para mortificar así la gula. Si me los dan, los guardaré para repartirlos entre los chicos pobres".

Sin embargo, hilaba más fino; iba más allá:

"¡Cuidado con las compensaciones que producen un vacío y no me ayudan para nada a descubrir el manantial de agua viva, la perla preciosa, el tesoro escondido que está en nuestros corazones!".

Consideraba peligroso aquello que bajo la apariencia de beneficio, podía ser una trampa embozada.

"El trabajo (¡!), ciertas amistades, cumplir la norma, hacer cursillos, querer estudiar por estudiar, crearse necesidades (salud, viajes, etc.), comidas, excursiones a santuario, salidas pecaminosas, evadirse de la comunidad, televisión, etc.".

Y en un recuadro:

"Acuérdate, Virginia, que Cristo te convida a darle tu respuesta, pero vivencialmente, no solamente de palabra".

Ese era el modo en que Virginia concebía el ser portadora del amor de Cristo al mundo, y por eso, este propósito:

"Acuérdate, Virginia, de los pies del Cuerpo Místico de Cristo. Tú lo sabes, yo los amo con amor de predilección como Tú los amaste. Por eso, procuraré en la misión de Villa Amelia evangelizar a los pobres tratando de buscar y llegar a los más marginados, necesitados de cariño, de consuelo, de ánimo y guía. Hacerles conocer el camino a seguir, visitando las casas de los pecadores públicos, los enfermos, los de conducta desviada, los drogadictos, los bebedores, pensando que son hermanos míos y que Jesús ama de modo especial y que sufren en el cuerpo y muchas veces, en el alma y en el corazón. Acudiré siempre a las necesidades de mis hermanos prefiriendo siempre al más necesitado, marginado, abandonado; al más pecador. No solamente debo abastecerlos de alimentos, ropa y medicinas. No sólo éste es el prójimo más necesitado, sino también aquel al que no le falta nada material, pero es despreciado por pecador: el ebrio, el ladrón. Debo pensar que cuando Jesús llamó a Mateo, reprochó a los fariseos: no he venido a llamar a los justos a la conversión, sino a los pecadores". Ejercicios del 17 de julio de 1977.

Conociendo los riesgos que la misión implica, sobre todo a nivel personal, ella pide "ser pobre", de aquella pobreza que, sin dudas, es más difícil de abrazar que la pobreza material:

"Ser pobre: aceptar mis límites. No ambicionar la gloria. No tener pereza para desarrollar talentos y cumplir con los deberes, aunque sean fatigosos. Vivir desprendida de las cosas, de mi propio yo, de mi fama. Poner mi preocupación en los valores verdaderos. Aprender a vivir cada día con menos, como corresponde al peregrino. La pobreza pone alas para llegar al Señor".



No hay comentarios:

Publicar un comentario