miércoles, 21 de junio de 2017

Camino de Formación Cabriniana del Centenario - Módulo 06


"Herencia"

Una herencia para disfrutar y compartir


Para ver, escuchar y rezar...



Video de la apertura del Centenario con el audio de la canción "Herencia"

 Herencia 

Canción de un recuerdo lindo…
Encuentro Nacional de Jóvenes Cabrinianos 2005

Dar gracias es de sabios
es de gente con amor,
saber mirar la historia
sin negar ningún error,
es simplemente hermoso
mirarla desde Dios,
porque esta historia humana
a Dios fuerte nos unió.

Apasionadamente,
este sueño se echó a andar,
por responder amando
a Aquél que ha enseñado a amar,
camino de ilusiones,
anhelo, libertad,
“ardiente y velozmente”,
ya no hay tiempo que perder.

Francisca, Francisca Cabrini,
Francisca, tu herencia nos une,
Francisca, tu historia invita…
a disfrutar la vida,
a compartir amor,
a unir hoy nuestro canto
para dar gracias a Dios.

Responder fielmente
a Aquél que es “Siempre Fiel”,
es algo que muy dentro
nos invita siempre a andar
y dilatar las fibras
de nuestro corazón,
para abrazar al mundo
y llevarlo hacia Dios.

En esta simple historia
quiero ser “reparación”,
poner en la miseria
mi pequeño corazón
y hacer miles de cosas,
pensando sólo en Vos,
“ser simple espectador
de lo que haces siempre bien”.

Francisca, Francisca Cabrini,
Francisca, tu herencia nos une,
Francisca, tu historia invita…
a disfrutar la vida,
a compartir amor,
a unir hoy nuestro canto
para dar gracias a Dios.


Para leer...

Les recomendamos complementar esta lectura, con las cartas que Madre Cabrini enviaba a sus hermanas desde sus viajes en barco por el Atlántico.
Las cartas están en el libro "Viajes" (ingresan haciendo clic en el título del libro).
Las de esta época, corresponden a los capítulos 15 y 16.

Les recordamos, por otra parte, que ambos libros completos ("El poder y la fragilidad" y "Viajes") los pueden encontrar en el blog, ingresando en la solapa "Libros".

Para ver y recordar...


Chicago - Habitación de Madre Cabrini



Chicago - Hospital "Columbus"
Chicago - Santuario Madre Cabrini

Vista del interior del Santuario



14-03-1921
Primer milagro de Madre Cabrini
Curación de la ceguera y pulmonía del neonato Pedro Smith

Peter Smith
Ceguera provocada por equívoco de una enfermera; colocó en los ojos nitrato de plata al 50% en vez del 1%, quemando los ojos del bebé. Oraron toda la noche a M. Cabrini y al día siguiente, el médico constató que los ojos del bebé estaban perfectos y del color de los ojos de M. Cabrini y curada su pulmonía.

El día 14 de marzo de 1921, nació Pedro Smith en el anexo del hospital Colón de Nueva York. Como de costumbre, la enfermera lavó los ojos del recién nacido con una solución de nitrato de plata. Al dejar el frasco sobre la mesa, se quedó muda de horror al ver la etiqueta: en su apresuramiento, había usado una solución al 50% en vez de otra al 1%. Comprendió que acababa de destruir los ojos de la criatura.
Desesperada, intenté enjuagarle los ojos, mas todo fue inútil, el mal estaba hecho. Sin detenerse a colocar al niño en la cuna, salió corriendo con él en brazos en busca de la religiosa de turno del piso: ¡Hermana! ¡Hermana! –gritó–: ¡Venga, venga! ¡Ayúdeme! ¡He hecho algo horrible! ¡Llame a un médico!
Inmediatamente vinieron dos médicos y observaron los ojos del niño y estudiaron con atención el contenido del frasco. La pobre mujer tenía aún la esperanza de que la etiqueta estuviera equivocada, y que la cosa no fuera tan grave; mas al ver la expresión de los médicos comprendió el terrible alcance de su equivocación, y se puso a llorar compulsivamente.
Se mandó llamar a un oculista, el cual fue de la misma opinión que los otros. “La cornea está destruida –dijo brevemente–. No es posible hacer nada”.
La Madre Superiora entró corriendo. Ella sí consideraba que todavía había algo que hacer. Colocó una reliquia de la Madre Cabrini sobre los ojos del bebito, y luego se la prendió en la bata.
Ella y toda la comunidad pasaron la noche rezando en la capilla. También la pasó la enfermera en una plegaria desesperada: “¡Te lo ruego, Señor, te lo ruego! ¡No permitas que el niño quede ciego! ¡Madre Cabrini, haz este milagro!”. La mujer no pensaba en sí misma; daba por descontado que sería expulsada por grave negligencia… Pero ese pobrecito… ¡sucederle ese horror apenas nacido!
Los doctores volvieron a la mañana siguiente; uno de ellos se inclinó sobre el niño y exclamó mirando a su colega:
–¡Válgame Dios! ¿Estaré viendo visiones?
El otro miró los ojos del recién nacido con una luz.
–No, amigo, usted no ve visiones; esos ojos están intactos y perfectamente normales.
En el caso de Pedro Smith tuvo lugar un segundo milagro. Aquel mismo día se le declaró una pulmonía doble; tenía una fiebre altísima, y las Hermanas volvieron a llamar a los médicos. “¡Este es un caso de muerte segura!”, fue la opinión de ambos; y volviéndose a la Superiora, dijo uno de ellos:
–Madre, tendrán ustedes que volver a rezar. Si el ácido no quemó los ojos del niño, esta fiebre acabará con su vida.
–Doctor –contestó la Superiora–, la Madre Cabrini no va a sanarle los ojos para dejarle luego morir de pulmonía.
La comunidad volvió a sus plegarias, dando gracias por aquel primer milagro que había evitado un escándalo a su hospital, y pidiendo un segundo. Al amanecer, habían desaparecido todos los síntomas de pulmonía. Cuando los doctores volvieron a visitar a Pedrito, uno exclamó:
–¡Nunca he visto cosa semejante! Este niño está completamente sano. ¡No tiene ni vestigio de temperatura!
–¡Mire cómo duerme! –añadió el otro–. A decir verdad, la Madre Cabrini puede hacer cosas extraordinarias.
A los diez días de nacido, Pedro Smith fue llevado a su casa. Hoy día está en la marina, y todo lo que puede verse de su accidente son dos pequeñas cicatrices causadas por el nitrato de plata al correr por sus mejillas”.

Teodoro Maynard, “Un mundo demasiado pequeño”, pág. 408-410





17-12-1925
Segundo milagro de Madre Cabrini
Curación de la Hna. Delfina Grazioni
en el Hospital “Columbus” de Chicago, Estados Unidos

Hna. Delfina Grazioni
“El segundo milagro es el caso de Sor Delfina Grazioni. Ésta estaba enferma de más o menos gravedad desde el año 1915. En 1921, los rayos X mostraron que tenía adherencias en la vesícula, el colon y el píloro. Ese mismo año se le hizo una seria operación, y otra al año siguiente; y como no mejorara, se le hicieron otras dos operaciones en 1925. Pero la enferma seguía de mal en peor.
A fin de año los médicos abandonaron toda esperanza; Sor Delfina estaba ya en las últimas. Tenía los ojos hundidos en un rostro cadavérico; tal era su debilidad que no podía probar bocado, su voz era sólo un murmullo, y los que entraban a su cuarto creían percibir ya el olor de la muerte.
A la pobre enferma no se le daban más de uno o dos días de vida, hasta el extremo de que las niñas del orfanato de Seattle estaban ya ensayando los cantos para sus funerales. En la mañana del 17 de diciembre, una de las religiosas tuvo que ir a la ciudad para hacer algunas diligencias, y al salir fue detenida por la Superiora que le dijo: “Oiga, Hermana, ya que va al centro podía pasarse por la empresa de pompas fúnebres y encargar el cajón para Sor Delfina; eso evitará hacer otro viaje mañana”.
Desde Seattle, la Hermana tuvo que llamar a la Superiora para hacerle una consulta, y con la consiguiente sorpresa oyó que ésta le decía:
–Mire Hermana, no vaya a la empresa, porque Sor Delfina está mejor.
–¿Cómo va a estar mejor, Madre? Ya sabe lo que dijo el doctor.
–Vuelva a casa nomás. Le aseguro que la Hermana se encuentra perfectamente sana.
Y esa era la verdad; no se trataba de una simple mejoría, sino de una curación completa. La noche anterior, Sor Delfina invocó a la Madre Francisca y ésta se le apareció en sueños curándola enseguida. La religiosa se sentía aún demasiado débil para relatar el hecho detalladamente, y no estaba en condiciones de levantarse de la cama, pero anunció simplemente que estaba sana. Hoy día, pasados veinte años desde esa fecha, ella sigue viviendo sin haber tenido nunca ni la menor recaída de su enfermedad”.

(Teodoro Maynard, “Un mundo demasiado pequeño”, Editorial Poblet, Buenos Aires)




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