MI
RETIRO EN GRANADA (NICARAGUA)
El 10
de noviembre de 1891 (Parte 3 de 3)
Te prometo, Jesús mío, ser fiel, no contristarte nunca,
serte obediente siempre, tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, de
consejo o supererogación.
Renuevo la promesa solemne que te hice de escoger siempre
lo que es más perfecto y de mayor gloria y gusto para tu Divino Corazón, pero
ayúdame, ay, con tu divina gracia, porque tengo todas las razones para temer por
mí, dada mi miseria y fragilidad. No te alejes nunca de mí, Jesús, para que yo
no perezca miserablemente después de tantas bellas promesas que cual suaves y dulcísimos
vínculos me unan a Ti.
Mira, Jesús, cómo mi barquilla debe luchar contra las
inmensas olas de las dificultades, de los peligros; vela, Jesús, sobre ella y
haz que nunca se sumerja. Siento una gran confianza en Ti, y en el abandono a
tu Divino Corazón una profunda tranquilidad desciende a mi corazón y me da
seguridad. Qué bueno eres, Jesús, qué amable, qué adorable. Te amo, Jesús, y
anhelo consumirme por Ti.
A. M. G. SS. C. J.
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