MI
RETIRO EN GRANADA
3 de
enero de 1892 (Parte 1 de 2)
Bajo la inmediata protección de la Inmaculada, que me tocó
en suerte por Patrona especial del año, después de haberla elegido de acuerdo
con el Corazón amantísimo para todo el año como Madre, Maestra, Gobernadora y Estrella
propicia en todo.
Mi amado Jesús atrayéndome con la mayor ternura para
reposar en su Divino Corazón como una peregrina, amada suya, fatigada de un
largo viaje, me hizo conocer en vivos colores todos los beneficios recibidos
durante el año 1891, moviéndome a una resuelta voluntad de disponerme a grandes
sacrificios para el año nuevo. Esta gran bondad, mientras me trata con tanta
delicadeza de amor que no me impide reconocer toda mi gran miseria, con la que
ha maltratado tan importantes intereses de Jesús y he tenido tanta negligencia
en corresponder a su gracia, me hace humillarme de tal modo que creo sentir
deshacerse el corazón; quisiera anonadarme para reparar todas mis faltas de
correspondencia, pero no podría hacerlo como querría, ni podré hacerlo nunca,
porque es grande la bondad de mi Amado, y por mucho que haga por humillarme,
encuentro que siempre es muy superior la delicadeza de su amor; por eso se
produce en mi alma un dulce martirio que me hace languidecer.
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