jueves, 27 de junio de 2019

Con la mirada en el futuro





Con la mirada en el futuro
Sr. Eliane Azevedo, MSC

Entrever el futuro de la Misión cabriniana en la Iglesia y en el mundo
es soñar con los pies en el presente, echando un vistazo al pasado
y con la mente, el corazón y la voluntad abiertos al mañana.

En tiempos de grandes cambios y ante los retos de un mundo complejo y plural, nosotras, Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y los laicos/as cabrinianos, estamos llamados a dar una respuesta evangélica, redescubriendo el significado más profundo de ser “discípulos misioneros de Jesús en el carisma cabriniano para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

Ante la realidad de cada país, hay preguntas existenciales y misioneras que tocan la esencia de nuestras vidas: “¿Qué mañana? ¿Qué futuro?” Preguntas apoyadas por la fe-palabra, por la fe-experiencia y por la fe-práctica. Preguntas que pueden abrir nuevos horizontes de vida en la misión, haciendo revivir el deseo de beber en las fuentes de la profecía, fieles a la centralidad de la Palabra de Dios como referente del camino hacia el futuro.

Religiosas y laicos/as que comparten el carisma cabriniano, necesitan hacer suyas las nuevas sensibilidades, en busca del verdadero significado de la vida dada, mediante la escucha de la Palabra de Dios y los signos de los tiempos.

Pero, ¿qué es el futuro?

La palabra “futuro”, del latín “futurae”, se refiere al intervalo de tiempo que comienza después del presente, y a algo que sucederá y que no tiene un fin definitivo. El ser humano, por naturaleza, es un ser futurista, proyectado hacia el futuro. La palabra “futuro” sugiere una línea de reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro mismo. Hacia el futuro está dentro de nosotros y nosotros somos el pasado, presente y futuro. Esta integración temporal es un punto de partida para las diversas reflexiones, y favorece una extensión de nuestra mente para el uso de las informaciones y las experiencias de vida que conducen a la toma de decisiones responsables en el presente con vistas al mañana.

Pero, ¿de qué futuro estamos hablando?

Un futuro que es el resultado de las decisiones del presente, teniendo en cuenta que siempre habrá una tensión entre el presente y el futuro. Pero el futuro implica planificar y actuar de manera responsable con el objetivo de que todos mejoren. El futuro depende de la imagen que la persona o la institución tenga de sí mismo y de los esfuerzos que haga para llegar adonde quiere llegar. Este es un proceso dinámico, creativo, que requiere el valor de abandonar una mentalidad de “posesión”, cerrada en estructuras del pasado, y comenzar un camino lleno de opciones y decisiones por encima de los intereses individuales.



¿Qué puedo hacer para que el futuro sea mejor?

Vivir el presente, aquí y ahora, con sabiduría, cultivando la capacidad de gestionar de forma inteligente el pasado y preparando el futuro con esperanza. Los sabios abren sus mentes a una amplia gama de informaciones, reflexiones y posibilidades, aprenden con humildad la manera de hacer opciones y tomar decisiones responsables que promueven la cultura del encuentro y una vida digna para todos.


Por último, conscientes de la situación político-social-religiosa-económica del mundo en el que vivimos y de las consecuencias que han provocado una cultura capitalista y una cultura del ser humano “desechable”, es urgente llevar a cabo acciones dirigidas a promover el desarrollo de la conciencia crítica, la lucha por los derechos humanos, la conversión pastoral y ecológica, la defensa de la vida en los diversos espacios de inserción misionera cabriniana.

El mundo de hoy está viviendo un momento de grandes transformaciones y cambios marcados por las nuevas plataformas de comunicación, las nuevas tecnologías y también por el individualismo, el consumismo y otros aspectos que influyen directa e indirectamente en la vida misionera cabriniana, desafiando su profetismo en la realidad actual.

El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica confirma los valores que sostienen la vida de los cristianos en medio de tanta incertidumbre contradicciones, pobreza, exclusión, degradación ecológica y humana. Se dirige a religiosos y laicos con el deseo de despertar en ellos una respuesta evangélica con realismo y esperanza.

Así, con los ojos fijos en Jesús, se aprende a construir el futuro en el presente. Ciertamente, de este aprendizaje nacerán los frutos de la alegría del Evangelio que despierte al mundo a una sana convivencia que promueva una comunión mística.

Para el futuro es necesaria una base espiritual que recuerde el pasado con gratitud, que viva el presente con pasión y que abrace el futuro con esperanza.

Se han entregado muchas vidas, se ha avanzado mucho y, en el Año del Centenario Cabriniano, las Hermanas y los Laicos celebran con agradecimiento a Dios el carisma fundacional del Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús; intentan crecer en el valor misionero del presente y esperan el futuro a la luz de la esperanza cristiana, conscientes de que de la muerte nace la vida, de la experiencia de la cruz brota la madurez, de la lucha surge la victoria, y de la oscuridad de la fe llega la luz verdadera.

Como cristianos, por el Bautismo estamos llamados por Dios a aprender a ver el futuro con fe, también para las personas que nos rodean, y con la esperanza profética que da frutos para toda la humanidad.

El Papa Benedicto XVI hablando de la esperanza cristiana, era consciente del poder antropológico de la esperanza; afirmaba que el verdadero objetivo de la esperanza no es la vida eterna, sino la vida feliz La dimensión divina y humana de Jesús expresa los valores de la fe, la esperanza, el amor y la felicidad como frutos de una experiencia de oración con el Padre y de una mirada contemplativa de la realidad. El camino que conduce al futuro nos invita a la alegría de vivir la experiencia de Dios y el encuentro con los hermanos, aprendiendo cada día a asumir la responsabilidad en la vida y en la misión.

Creo que el futuro cabriniano está tomando forma con la audacia de religiosas y laicos que desarrollan el Carisma y lo dejan como herencia a la humanidad. Esta herencia es un proyecto de vida que tiene como principio básico el amor misionero de Jesús, cuyo objetivo es el compromiso de la solidaridad evangélica, como expresión de una vida de fe en la acción del Espíritu de Dios y en la protección maternal de la Madre de todas las Gracias. Este futuro generado por este presente, llama a todos a recorrer el camino de la mística, de la profecía y de la esperanza creativa. De esta manera, el futuro así entendido ayuda a asumir una opción preferencial por los pobres, centrándose en relaciones fraternas humanizantes y en la creación de redes en continuo proceso de reconfiguración de la vida consagrada cabriniana y de maduración del sentido de pertenencia de los laicos en la actividad misionera del Instituto y de la Iglesia.
La misión, como razón de ser y de obrar del Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús en el mundo, es compartir el amor de Jesucristo en el mundo, como discípulos misioneros comprometidos en la promoción de la vida humana y socio-ambiental. Este significado se expresa en los pensamientos de Madre Cabrini: “Si el Corazón de Jesús me concediera los medios para construir un barco, entonces fundaría sobre el mar la “casa Cristóforo” (portadora de Cristo) y surcaría todos los mares con una comunidad, pequeña o grande, para llevar el nombre de Cristo a todos los pueblos…”

Mirando la misión soñada por Madre Cabrini y su realización, nos damos cuenta de que ella era una mujer de su tiempo, contemplativa, de gran visión cristiana, que realizó muchos viajes que aún hoy dan frutos en la historia de la humanidad. Madre Cabrini supo mirar al futuro en busca de estrategias para generar las condiciones que pudieran traer beneficios a los inmigrantes y a todas las personas, proyectando una misión más allá de las fronteras, teniendo en cuenta la realidad, con objetivos realistas y buscando los medios para lograr lo que había programado. Pero no permaneció anclada en su presente. Entrevió el futuro y luchó para convertirlo en realidad. En su posición de líder del Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón, demostró su capacidad de motivar a las Hermanas y guiarlas en la comunión misionera; fue una promotora inteligente al presentar el proyecto del Instituto en diversos países con una mirada de esperanza. Por eso fue proclamada “Misionera de la Nueva Evangelización”.

Todo lo que Madre Cabrini realizó tuvo consecuencias para el futuro del Instituto: “Para la mayor Gloria del Sagrado Corazón de Jesús”. Todo lo que nosotros, religiosas y laicos, hagamos en el presente, tendrá consecuencias en el futuro de nuestro Instituto, en la Iglesia y en el mundo.

La visión -imagen del futuro deseado por el Instituto- es ser una institución religiosa misionera conocida por sus actividades de defensa y promoción de la vida (en el ámbito de la salud, educación cultura, proyectos sociales y pastorales), realizadas con fidelidad creativa al Carisma cabriniano e integradas en la Espiritualidad del Sagrado Corazón de Jesús.

Los valores fundacionales de nuestras acciones en el presente y para el futuro son “la misericordia y la compasión” el amor sensible a las necesidades de las personas; la “sencillez dialogante”; una manera de ser y de vivir más cerca de las personas, en busca de una vida mejor para todos. También es necesario vivir la “justicia solidaria”, tener una conciencia crítica de la realidad, promover una cultura de relaciones justas y fraternas, para contribuir a la unidad de todos. Y también: el “espíritu comunitario”, el compromiso de vivir y promover la experiencia de comunión en la diversidad, la ética en la construcción del bien común; la “responsabilidad” del don que recibimos de Dios para cuidar de lo que Él pone en nuestras manos.

De esta manera, inmersas en la realidad socio-cultural, caminamos hacia el futuro repitiendo el lema paulino, vivido por la Madre Cabrini: “Todo lo puedo en aquél que me da la fuerza” (Flp 4,13).

Confiamos que, “este es el tiempo favorable” (2Cor 6,2), y reconocemos el poder de la Palabra de Dios en nuestra vida y en la misión.  He aquí que estoy a punto de hacer algo nuevo” (Is 43,19). En todo damos gracias a Dios.



Con María cantamos un Magnificat cabriniano para el futuro:

El Señor ha hecho grandes cosas en nosotros, santificado sea su nombre.
El Señor fortalece nuestros pasos en la vida del presente para el futuro.
El Señor nos abre los ojos y los oídos para realizar acciones de solidaridad en apoyo de los que más sufren de la sociedad.
El Señor sostiene nuestros pies y nuestras manos para seguir adelante anunciando el proyecto de vida de Jesús misionero.
El Señor abre nuestros labios para cantar la alegría y la felicidad de anunciar la Buena Nueva a todos.
Nuestro corazón se alegra en Dios, nuestro Salvador y luz de nuestra vida en el pasado, presente y futuro.
El Señor ha hecho y hace en nosotros grandes cosas.
Bendita sea su presencia revitalizante en nosotros, religiosas y laicos en el carisma cabriniano, para compartir el amor de Cristo en el mundo en el que vivimos”.

La esperanza en el mañana se realiza en la vida de hoy y, por lo tanto, ¡caminemos con los ojos fijos en Jesús! ¡Nuestro futuro está en las manos de Dios!





1 comentario:

  1. Desde muy chica aprendí el concepto de misión a la luz de los ejemplos de Madre Cabrini, dando cobijo a aquellos que lo necesitaban en las calles de Nueva York o en lugares recónditos de América.
    Me pregunto qué diria al ver la gente que duermen en las calles de Caballito mientras sus hijas tienen cerradas todo el predio del centro santa Rosa. Cuántos podrían tener cobijo allí. Un verdadero escándalo social.No es necesario ir a la China para hacer misión. Y si no cuentan con gente para darle un uso lógico,donenlo para fines comunitarios

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