MI TERCER RETIRO EN ROMA
18 marzo 1888
Bajo la
protección de mi querido San José, mi dulce Maestro y Patrono especial. Sedme
propicio, oh San José mío. Grabad cada vez más vuestra imagen celestial dentro
de mí y dadme siempre a gustar a mi amado Niño Jesús. Vuestros dones son
grandes y yo no tengo palabras suficientes para daros las gracias. La
obediencia que hoy me habéis impuesto, amado San José, la cumplo con gran gozo
de mi alma en la seguridad de que, demorando por amor al recogimiento el
asunto, Vos me lo bendeciréis aún más y podrá concluir felizmente.
Confío
totalmente en Vos.
A Vos confío
mi espíritu, dirigidlo Vos en esa verdadera vida interior que está asegurada
contra engaños en la profunda humildad y en la amada simplicidad.
Oh José,
azucena purísima, hazme cada vez más de Jesús y haz que lo ame con ardor de
serafín y que no sienta ya las miserias de la tierra.
Jesús mío,
dame gracia para odiar cada vez más y evitar con gran vigilancia el pecado venial,
a fin de poder acrecentar en mi alma aquellos amores de espíritu que emanan de
la íntima unión contigo.
Oh Jesús, qué
bueno eres y qué amable hacia tu miserable Esposa. Ay, haz que yo corresponda a
tu amor.
Asísteme
siempre, Jesús, con tus santísimas inspiraciones y mueve mi corazón a ser cada
vez más dócil a ellas con gran impulso y amor.
Cuando hemos obrado según el impulso que
creíamos bueno en el presente, no hay que preocuparse por los temores que
vienen después, pues son obra del demonio para quitar la paz.
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