MI RETIRO ESPIRITUAL
EN LOS SANTOS EJERCICIOS
Año del Señor 1889
19 octubre
Bajo la
protección de María Santísima, de todos los ángeles y santos, escondida en el
Corazón Santísimo de Jesús, comienzo mi retiro, del que tengo extrema necesidad
y del que deseo ardientemente salir fervorosa en el divino servicio, a fin de
ponerme a caminar en la vía de esa perfección que mi Jesús quiere de mí.
Jesús
mío, perdonad todas mis resistencias en seguir vuestras santas inspiraciones y
no me las retiréis, por favor, como yo lo merecería. Habladme, habladme, Señor,
que vuestra sierva os escucha. No permitáis que de un solo paso, ni diga una
sola palabra, ni haga un movimiento, ni me detenga en ningún pensamiento, si no
es siguiendo el impulso de vuestras inspiraciones celestiales. Haced que mi
alma sea un huerto cerrado, una fuente sellada en la que podáis encontrar
vuestras delicias, oh Jesús mío.
Omnia
and maiorem gloriam SS. Cordis Jesu.
Debo y
quiero someterme en todo y en todas partes a la santísima voluntad de Dios,
reconociéndola en todos los acontecimientos prósperos o adversos, de cualquier
parte o persona que me vengan.
Vigilaré,
pues, para no dejarme sorprender de improviso por ciertas adversidades que
tanto hacen sufrir a mi mal mortificada naturaleza, y con la continua presencia
de Dios y profundo afecto a su santísima voluntad saldré al paso de tales
ocasiones, a fin de mantener el mismo humor lo más alegre y suave posible.
En
cualquier dificultad que pueda encontrar quiero confiar totalmente en la bondad
del Corazón Santísimo de Jesús, que nunca me abandonará y que lo hará todo en
mi lugar, como lo ha hecho hasta ahora.
Hallándome
indigna de que el buen Jesús lo haga todo por mí, me dirigiré a menudo a María
Santísima de las Gracias, mi dulce Madre, para que me haga con su ayuda menos
indigna de los dones celestiales.
Misericordias
Domini in aeternum cantabo. Oh mi amable Jesús, qué grande es tu misericordia. Tú
no miras mis continuas infidelidades y me das pruebas tan grandes de tu
purísimo Amor, y me sostienes en todo y en todas partes obrando Tú por mí. No
tengo nada para demostrarte mi gratitud porque nada soy y nada poseo por mí
misma, ninguna virtud tengo y por ello te ofrezco a Ti, a Ti mismo, oh amantísimo
Jesús, te ofrezco tus propios dones infinitos y el vivo deseo que me consume de
amarte dignamente y verte amado de todos. Jesús, Jesús, te amo, Jesús.
No sólo
debo evitar el pecado venial, sino que me vigilaré atentamente a mí misma con
gran diligencia para hacer bien todas las cosas, a fin de que no se vea
obligado el buen Jesús a desviar de mí su mirada.
La
negligencia habitual forma una conciencia demasiado laxa y disminuye la
influencia de la gracia en nosotros.
La
diligencia, por el contrario, y la diligencia presurosa atraen muchos grados de
gracia sobre el alma e inspiraciones celestiales para corresponder a ellos.
Citas
bíblicas relacionadas: 1Sam 3,10; Ct
4,12; Sal 89,2; 2Co 6,10
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