domingo, 15 de octubre de 2017

Efemérides Cabrinianas: 15 de octubre de 1874


15 de octubre de 1874

"Vestición de Madre Cabrini"



Madre Cabrini hace la Vestición (inicio del noviciado) en la “Casa de la Providencia”, junto a cinco jóvenes.

Cambia el nombre por “Hna. Javier Angélica del Niño Jesús” (en esa época era costumbre el cambio de nombre).

El mismo día, es nombrada “Maestra de Novicias” por el P. Piero Giulini, delegado del Obispo Diocesano (es decir que es Novicia y Maestra de novicias al mismo tiempo).



Dice Segundo Galilea en el libro "El poder y la fragilidad"...




"Francisca vivió seis años en la Casa de la Providencia de Codogno. Guardó siempre, de palabra y por escrito, un gran silencio en torno a ese período crucial de su vida. No será difícil descubrir la causa de esta tenaz reserva.
El camino cristiano está marcado por Dios que nos llama a una misión, a una tarea, a una vocación, y por Dios que está constantemente purificando la misión y la vocación que él mismo nos ha dado por gracia. Dios quiere que nos demos enteramente a él, y no simplemente a nuestra realización personal y a la consecución de proyectos. La vocación cristiana-tanto como la vocación a la vida religiosa- no consiste en conquistar a Dios, sino en dejarnos conquistar por él y en dejarnos conducir por su amor.
Para ello, nuestras búsquedas demasiado personales, el protagonismo que constantemente queremos asumir en la conducción de nuestras vidas y del bien que hacemos, deben ser purificados. Deben pasar por el crisol del fracaso, de la frustración, de la contradicción y de la cruz, para ser recuperados de una manera  nueva, transparente, donde dominen la fe abandonada y el amor a Dios y al prójimo...

En la Casa de la Providencia, Francisca fue bien recibida. Además de las señoritas Tondini y Calza, había cinco muchachas que deseaban hacerse religiosas, con más de veinte niñas huérfanas...
La situación de Francisca fue desde el principio incómoda y ambigua. Se suponía que Tondini y Calza eran monjas (o algo así), pero carecían de vocación. Lo que era peor, se suponía que eran las superioras de Francisca y de las cinco jóvenes, las que comenzarían pronto su noviciado. ¿En qué clase de comunidad religiosa había sido metida Francisca? Ella, que se hacía una idea tan alta, tan sublime de la consagración a Dios… ¡Por cuánta perplejidad y dolor tuvo que haber pasado!
Pero los acontecimientos tenían que seguir su curso, y llegó el día en que Francisca y las otras cinco recibieron el hábito e iniciaron su noviciado. Eso sí, el delegado episcopal, padre Giulini, consciente de la situación, procuró salvarla lo mejor posible: nombró a la misma Francisca maestra de novicias de la peculiar comunidad.
Esta, en el momento de recibir el hábito y de adoptar su nombre de religión, había conservado el propio y agregado el de Javier, como recuerdo y devoción al gran misionero y patrono de las misiones. El hecho está cargado  de sugerencias. Nos revela que la vocación misionera de Francisca continuaba intacta, si no acrecentada. Nos revela que en su experiencia espiritual, vocación religiosa y vocación misionera iban unidas. Nos revela que su deseo infantil de ir a China continuaba vivo como mujer adulta. (San Francisco Javier había muerto a las puertas de China, su gran frustrado objetivo misionero.) Y explica las muchas semejanzas que se advierten en la vida de ambos.
El período del noviciado, siendo ella misma maestra de novicias, ha sido sin duda una de las pruebas más difíciles en la vida de la hermana Francisca Javier. No es que más adelante le faltaran continuas y duras pruebas, pero serían pruebas que afectarían su apostolado y sus proyectos misioneros. La prueba de Codogno, en cambio, afectaba a la realización del deseo fundante de su vida: su vocación religiosa. En efecto, la ahora hermana Cabrini, que había hecho de su ardiente ansia de consagrarse a Jesús un puro amor; que había visto frustrar su vocación en dos ocasiones al no poder ingresar en las congregaciones de su elección, se encontraba ahora como novicia en una comunidad que las circunstancias-y no ella-le habían asignado. Una comunidad cuyas superioras carecían de vocación y no tenían interés en noviciados. Una comunidad que carecía de tradición, de carisma y de futuro. Francisca Javier, que ardía en deseos de santidad y de hacerse misionera, y que no concebía la vida religiosa sino como vida santa, se encontraba encajonada en una situación de tal ambigüedad, que podía ser más frustrante que los dos fracasos anteriores.
Como siempre acostumbrada en situaciones análogas, la hermana Cabrini fue extremadamente reservada con respecto a sus sentimientos durante la época de la Casa de la Providencia. Pero aquí su silencio, que cubre un período de más de seis años, revela más que las palabras su patético calvario. Aunque nunca dijo nada, era un secreto a voces en Codogno la hostilidad y oposición de las señoritas Tondini y Calza hacia la flamante maestra de novicias. Francisca Javier era vigilada, menospreciada y regañada continuamente, víctima de murmuraciones. Las mismas novicias sufrían por esto, y su maestra hacía milagros para mantener su ánimo y su fervor. “Tengan paciencia-les decía- vendrá el día en que iremos a las misiones. Este es el premio, lo que nos da ánimo; el motivo para prepararnos a la vida religiosa con una virtud fuerte, viril, con un gran espíritu de sacrificio”.
En una carta que escribió al padre Dedé, desliza una de sus pocas confidencias (aunque solo implícitamente) sobre su estado de espíritu: “Dios mío, si supiera al menos sacar mérito de tanta desventura… Sin embargo, me conforta el pensamiento de que usted, a diferencia de los inhumanos y casi querría decir crueles, alienta un Corazón digno de un verdadero buen pastor”.
Venidas de ella, estas palabras son patéticas. Nunca sabremos bien de la cruz que sor Francisca Javier Cabrini cargó durante los primeros años de su-hasta ese momento extraña-vida religiosa. Es seguro que al cargarla en unión con el Corazón de su Jesús, arraigó en ella para siempre el secreto de la santidad.
En medio de todo, la hermana Cabrini y sus cinco discípulas terminaron sus tres años de noviciado. En 1877, a los veintisiete años, Francisca Javier hizo su profesión religiosa..."







No hay comentarios:

Publicar un comentario