Marzo 1901 (Primera parte)
Mi especial y segura Patrona: La Virgen de Luján. San José… El Maestro.
Los Custodios: El Ángel mío
y el especial del Instituto.
La guía será el
silencio.
¡Oh, mi
Dilecto! Tú que me has sostenido en mi peregrinación por esta Misión de tu
Divino Corazón, y tanto me favoreces dándome la gracia tan señalada de darme de
comulgar todos los días del viaje, muéstrame ahora también tu dilección acompañándome
y sosteniéndome en este Santo retiro. Si Tú hablas, ¡oh Jesús Dilecto!, el alma
mía no resistirá, porque Tú le has dado por tu misericordia la docilidad. Habla,
¡oh Señor!, que tu sierva te escucha y seguir quiere todos tus signos.
Tu voluntad,
¡oh Jesús adorado!, es mi paraíso; todos los tesoros de tu Divino Corazón. ¿Qué
más puedo desear? En tu compañía, ¡oh Jesús caro!, no se turbará más mi corazón,
no se asustará tampoco cuando esté cercado todo en torno suyo por formidables
enemigos, dispuestos con su ciego furor a atormentarme y crucificarme.
Las horas
humeantes y negras de la furiosa tormenta no servirán con la gracia más que a
hacerme admirar tu Omnipotencia, tu Poder.
Tú me has dicho,
¡oh Jesús!, que ni un cabello se me caerá sin tu permiso y eso me basta. Conozco
tu Divino Corazón; el amor tuyo, tierno y constante, lo he entrevisto: ¿qué
temeré?
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