8 de mayo de 1896
Inauguración del Colegio Santa Rosa
Inauguración solemne del Colegio
Santa Rosa (Centro) en Belgrano 660, luego en Belgrano 852, de la Ciudad de Buenos Aires.
La misma fue organizada por Madre
Cabrini.
El antiguo "micro escolar" del Santa Rosa |
“A principios de mayo, aquellas niñas tan inteligentes, ya estaban en
disposición de poder presentar algo en público; entonces resolvimos hacer una
inauguración solemne del Colegio. Según las costumbres de la Nación, se
organizó una Comisión promotora de ocho señoras de las principales, elegidas
entre las mejores, a cuya cabeza estaba como Madrina del Colegio la Señora
Leonor Tezanos Pinto, esposa del Señor Uriburu, Presidente de la República
Argentina. Era el 8 de mayo; el señor Intendente de Buenos Aires había enviado
en las vísperas varios trabajadores de los jardines públicos para adornar con flores
y hojas toda la Casa, y el Intendente del Club Católico hizo ornamentar la
Iglesia y los salones con lo mejor que tenía, como cortinas, alfombras,
franjas, etc.
A las ocho de la mañana de ese dichoso día, ya la Iglesia y los salones
adyacentes estaban llenos de señoras, cuando llegó el Arzobispo Monseñor
Ladislao Castellano, quien celebró la Santa Misa, durante la cual se oyó la
orquesta; apenas se terminó la Santa Misa, Monseñor Espinosa, Vicario General,
dijo un hermosísimo discurso de inauguración, hablando mucho de nuestro
Instituto, como si siempre lo hubiese conocido, todo con la bondad de su gran
corazón. Por la tarde también vino el Arzobispo con varios Sacerdotes y Padres,
con gran concurso de las familias más notables, las que llenaron no sólo el
salón, sino también varios patios; con la presidencia del Arzobispo, de la
Esposa del Presidente de la República y de diversas Autoridades escolares,
ofrecieron las niñas una Academia músico-literaria, cerrándola con un gran coro
y un cuadro vivo, en el cual se vio aparecer entre nubes resplandecientes y
grandes luces a Santa Rosa y al Sagrado Corazón, quien bendiciendo la nueva
fundación, ponía un brillante en la corona de Santa Rosa, indicando así el
nuevo Colegio. Agradó mucho a todos y para satisfacerlos, hubo de tomarse una
fotografía, que resultó muy buena. Una de éstas llevaré a la Casa Madre, para
que todas puedan admirar ese cuadro que llaman del Paraíso, en Buenos Aires.
Por la mañana, antes de iniciar la función, el Excelentísimo Señor
Arzobispo bendijo el artístico altar de retablo, muy hermoso, que fue regalado
por el Rev. Padre Juan Delheye, Párroco de San Miguel, sacerdote muy piadoso y
generoso, quien realiza mucho bien y ama la virtud sólida; es una de esas almas
que viven solamente para el bien y que hacen la verdadera felicidad de un
pueblo. Él nos trató al principio, cuando solamente estaba la M. Clara conmigo,
y la Casa no era otra cosa que un gran vaso sin ornamento alguno;
inmediatamente nos envió dos candeleros y una hermosísima lámpara para adornar
un Sagrado Corazón, en natural, que nos regaló la señorita María Baudon, óptima
mujer, que nos ayudó mucho desde los comienzos y siempre me acompañó en las
visitas, que debía realizar en la ciudad. El Sagrado Corazón fue el primero que
llegó a la nueva Casa, y creí en verdad que iba a caer en éxtasis cuando por
vez primera, de noche, pude recogerme ante esa hermosa imagen que parecía
hablarme y decirme: "Quédate tranquila, hija mía, vive confiada sin poner
límites jamás a tu confianza, que yo me preocuparé de esta casa, por
intercesión de mi amada Rosa de Lima".
¡Oh, el Sagrado Corazón, cuán bueno, cariñoso y amable es! Una sola mirada suya, una sola palabra suya,
impresa en el fondo del alma, es suficiente para animar y dar seguridad, Él es
un remedio dulcísimo, Él es la fuente inagotable de todo bien, en donde
conviene que nosotros nos engolfemos con inmensa confianza; Él es un abismo de
amor, donde se halla nuestra verdadera casa, nuestro descanso, en donde podemos
ponernos a cubierto en cualquier crítica circunstancia nuestra; Él es un tesoro
desconocido e infinito, que trata de manifestarse siempre en nosotros, de
expandirse y de darse para enriquecer nuestra pobreza; Él es el verdadero
oratorio de paz y de delicias, el único indispensable para nuestro corazón,
nuestro todo en todas las cosas.
Dimos el título de Santa Rosa al Colegio, según mi promesa hecha a la
Santa, cuando tuve la suerte, como ya les dije, de visitar sus preciosas
reliquias en Lima. La Santa mantuvo su palabra bendiciendo el viaje, la llegada
a Buenos Aires, la fundación y continúa pensando ella misma en lo necesario
para el colegio, por lo cual yo ahora lo he dejado con toda tranquilidad de
ánimo. A todos, además, agradó el nombre de Santa Rosa, dado al Colegio, por
ser ella la excelsa Patrona de sus Repúblicas. Yo quisiera perpetuar este hermoso
nombre, dado en la fundación, con la edificación de un hermoso santuario en
honor de la Santa y en seguida lo haría si hallara un alma buena y generosa,
que me proporcionara los medios necesarios: mas, como no sé dónde vive esta
persona tan dichosa, que quiera declarar por su heredera a la Taumaturga de
Lima, encargaré a la misma Santa Rosa, que vaya a buscarla y me la traiga”.
“Viajes”, págs. 191-193
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