jueves, 14 de septiembre de 2017

Efemérides Cabrinianas: 14 de septiembre de 1877


14 de septiembre de 1877

"La Profesión Religiosa de Madre Cabrini"


Profesión Religiosa de Madre Cabrini en la “Casa de la Providencia”, Codogno, Italia.
Madre Cabrini siempre quiso ser religiosa, permiso que le fue negado por dos Congregaciones, por eso aceptó ingresar en esta incipiente Comunidad.
El mismo día, apenas pronunciados los votos, Madre Cabrini es nombrada Madre Superiora de la “Casa de la Providencia” por el Obispo de Lodi, Mons. Doménico María Gelmini.
Allí escribió “Las Memorias” de la Casa, desde el 4/11/1874 hasta el 12/10/1877.

El 14 de septiembre de 1894, en el barco, en camino de Génova a Nueva York, le escribe a sus Hermanas:

“Las Hermanas, al recordar ahora que hoy es el aniversario de mi Profesión, se entristecieron pensando que si hubiera estado en tierra, habría podido comulgar. Agradecí su piadoso sentimiento, mas por otra parte hace sólo un día, que Jesús vino a vivir en mí y me parece sentirlo aún palpitar aquí dentro; y luego recordamos el místico sueño de Jacob que, durmiendo recostado sobre la piedra, vio una escala misteriosa, que de la tierra se elevaba hasta el cielo; por la cual subían y bajaban los Ángeles del Señor, y Dios, en lo alto de la escala, le manifestó muchos secretos y misterios y le aseguró su protección así para él, como para su descendencia.
Barco con emigrantes de la época
Aunque aquí, en el mar, nos hallamos lejos del Santo Tabernáculo del Amor, sin embargo también aquí se halla la escala misteriosa que llega al cielo; los Ángeles también para nosotras suben y bajan por ella. Desde lo alto el buen Jesús nos mira y nos hace grandes promesas, por lo cual también nosotras hoy podemos repetir con Jacob: Verdaderamente el Señor se halla en este lugar y nosotras no lo pensábamos. Nosotras estamos en el seno de la Iglesia Católica, y siempre descansamos la cabeza sobre la piedra misteriosa y querida, que es Jesús; en todo nos adherimos a Él, sin jamás decirle que no, y nos abandonamos únicamente en Él, tranquilas y seguras; y, haciendo esto, merecemos, en Jesús y por Jesús, participar de los bienes y de las gracias de las que Él es portador. Por lo tanto, también en el mar soy feliz en festejar el más hermoso aniversario de mi vida, mi Profesión religiosa: Jesús desde lo alto de la escala me mira benigno, yo lo invito, y Él inmediatamente viene espiritualmente a mí, dignándose bajar al barco, y justamente al Fulda, que nos conduce, para agraciarnos a nosotras y a todos los que viajan con nosotras. ¡Qué hermosa gracia, hijas, y nosotras no pensábamos en ello!”
Entre una y otra ola, pág. 153


En 1896, como conclusión de un retiro espiritual, leemos en Pensamientos y Propósitos:

“La renovación de las promesas del bautismo me resulta dulcísima, como el eco tantas veces repetido solemnemente de los votos de mi profesión religiosa y de todos mis votos particulares. No tengo nada que darte, oh Jesús mío, estando mi vida en este día dichoso totalmente vacía de méritos; pero yo te amo, oh Jesús, te amo con todo el corazón, te amo mucho, mucho, me siento derretir de amor por Ti; pero por mucho ardor que yo sienta, veo y siento que es una nada, una sombra muerta comparado con las llamas de amor con que me rodeas continuamente.”
Pensamientos y Propósitos, pág. 165


En otro viaje, esta vez en 1902, en camino de Londres a Nueva York, escribe:

“Renovar los votos es como renovar la profesión, esto es ofrecer al Señor nuevos frutos de un mismo árbol, y quemar en el mismo altar de nuestros corazones, nuevos granos de incienso, en olor de suavidad a su divino Corazón. Con la renovación nos confirmamos en el bien; nos enfervorizamos en la piedad y en la devoción; nos hacemos más fáciles en el desempeño de nuestros deberes; nos estrechamos más fuertemente con al amabilísimo Corazón de Jesús; amamos con mayor ternura el Instituto, al cual hemos sido llamadas; y nos sentimos incitadas a demostrarnos sus verdaderas hijas, como aquéllas que deben honrar a la propia Madre. La renovación trae a la mente los inmensos beneficios recibidos, y nos enriquece con nuevas gracias, con nuevas bendiciones y con nuevos méritos. Con la renovación de los votos se borran en nosotras los defectos, las negligencias, las omisiones, y todas las imperfecciones cometidas, sea contra los votos o sea contra las Reglas. Antes bien, no sólo borra y destruye en nosotras las manchas, sino que da vigor en los actos de todas las virtudes. ¡Oh!, ¡cuán inmensos beneficios nos proporciona la renovación de los votos! Hagámosla, pues, con  gran fervor de espíritu, porque es para nosotras como celestial lluvia que desciende a nuestros corazones, lavándolos, purificándolos, vigorizándolos, haciendo germinar en nosotras todas las virtudes. Cada vez que renuevan los votos, es como si hiciesen entonces la santa Profesión, acrecentando repetidamente la gloria de Dios y vuestro mérito.”
Entre una y otra ola, pág. 481







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