MI RETIRO EN LOS SANTOS EJERCICIOS
18 de noviembre de 1892 (Parte 5 de 5)
Huida del pecado
El pecado es un monstruo tan horrendo, que
parece que no debería constituir un esfuerzo el evitarlo, y parece incluso
imposible el cometerlo. Y, sin embargo, los engaños del espíritu maligno son
muchos y por eso hay que desconfiar de sí mismo y estar en guardia ante todo
principio de seducción, aunque sea remoto. A fin de mantenerme segura contra
todo escollo desconfiaré continuamente de mí misma, de mi fuerza y de mi
supuesta virtud, suplicando continuamente la ayuda de mi Jesús y de la Virgen Santísima
Inmaculada, mi Madre de las Gracias, para que me ayuden, me inspiren, me conforten
y me conduzcan siempre por el camino recto. Oh Jesús, oh María, sino me ayudáis,
si no me tendéis la mano, quién sabe a dónde iré a parar. No os fiéis de mí,
asistidme continuamente; de otro modo, os traicionaré y echaré a perder el
cúmulo de gracias que derramáis sobre mí. En Vos confío.
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