MI RETIRO EN LOS SANTOS
EJERCICIOS
5 de agosto de 1894 (Parte 2 de
4)
He sido creada
por Dios y debo vivir para Dios, con Dios y únicamente para su gloria. ¿Cómo
glorificaré a Dios? Dependiendo totalmente de su voluntad. ¿Cuál es la
consecuencia? Una perfecta indiferencia en todo lo que Dios permita en mí y
alrededor de mí. Trataré de mantenerme en perfecto equilibrio de espíritu, no inclinándome
más a una parte que a otra; alabaré siempre a Dios por aquello que permite, sin
quejarme nunca de nada, pues todo lo que Dios permite hace sólo por mi bien y
para su gloria. Tendré, pues, siempre el semblante alegre, no permitiendo que
entre en mí la tristeza por ningún acontecimiento, alegrándome de que Dios esté
contento y no mi propio yo. El yo debe aniquilarse.
El pecado es
una monstruosidad tan grande porque es la criatura que se rebela contra su Dios
Creador; antes la muerte que cometer una imperfección deliberada.
En el corazón
donde entra un perfecto amor de Dios no entrará nunca el pecado. Es imposible amar
a Dios y pecar y disgustarle así ante sus ojos amorosísimos y purísimos. Oh
Jesús mío, qué bueno y amable eres. Ayúdame, por favor, a no ofenderte nunca,
nunca, ni por algún bien ni por algún mal. Tú eres tan bueno conmigo y nunca me
abandonas; Tú estás todo en mí, pero, oh Jesús mío, has que yo corresponda con
fidelidad a tu gracia y que acabe ya de ser tan imperfecta en tu divino
servicio. Jesús, Jesús, te amo y cada vez te quiero más. Quiero consumirme por
Ti, quiero morir contigo. Nada más me separará de Ti, ni la persecución ni la
privación de ninguna cosa, nada en absoluto con tal que Tú, Jesús mío, me
sostengas con el dedo de tu omnipotencia.
No debemos
extrañarnos de nuestros defectos, que la extrañeza viene del orgullo. Debo
humillarme y pensar que soy como ventana por donde entra la luz para conocerme
a mí misma. La humildad es denominada fundamento de toda perfección; y ¿qué
sirve mejor que nuestros defectos para conocernos a nosotros mismos y
humillarnos? Es más grata delante de Dios un alma defectuosa, pero humilde, que
no un alma inocente y severa consigo misma, pero llena de sí misma y confiando
en sus propias fuerzas y en sus prácticas y austeridades. El Corazón de Jesús
se complace en un corazón contrito y humillado. Cor contritum, Deus, non
despicies. Cor humiliatum, Deus, non despicies.
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