MI RETIRO EN LOS SANTOS
EJERCICIOS
5 de agosto de 1894 (Parte 4 de
4)
Tres son los
grados de perfección. De los del primer grado, que dicen “yo querría”, está el
infierno lleno. De los del segundo grado, que dicen “quiero”, pero con veleidad,
está el purgatorio lleno. De los del tercer grado, que dicen un resuelto “quiero”,
a cualquier costa, está el cielo lleno. Estos son los verdaderos consoladores
del Corazón de Jesús; serán ayudados por El, y El mismo obrará en ellos, y así
tendrán un cielo anticipado. Serviré a Dios con toda la fidelidad posible, no
por el premio prometido, ni por la amenaza echa al que sea infiel, sino por
puro amor de Dios. Mi Jesús ha hecho tanto por mí; ¿qué no haré yo por El? Todo,
Jesús amantísimo, lo que Tú quieras; refuerza mi voluntad para que pueda
corresponder a tu santo Amor, superando toda dificultad. Mi libro será el
crucifijo, y lo tendré siempre abierto ante la vista para aprender el amor y el
padecer. He ahí cómo se ama. He ahí como se padece. Amar con pasión y con ardor,
y medir el amor por el padecer con generosidad. La Misionera que no quiere padecer
deje su nombre. La que se apellida “del Sagrado Corazón” debe padecer siempre,
mirando las espinas que se entrelazan en torno al Corazón de Jesús. Donde más
debe gozar es en el padecer. Qué hermoso es padecer por Jesús y con Jesús, y
consumarse por puro amor en el padecer por Jesús. Con la buena voluntad y con
la ayuda de Jesús, que nunca nos falta, se puede llegar a todo, y la que quiere
ser fidelísima, debe llegar a eso. Jesús, ayudadme. Haré todo de mi parte para
mantener la unión de sana caridad entre las Hermanas. Las amaré con corazón de
verdadera madre, pero procurando considerarme como la sierva de todas, y esto
con veneración de afecto, mirando en cada una la imagen de mi amado Esposo y de
la Virgen Santísima.
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