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MI RETIRO 
En los Santos Ejercicios, 24 sept. 1885 (continuación) 
Fiesta de la
  Inmaculada 
36.  
  ¡Cómo arrebata la belleza de María Inmaculada!
  ¡Qué fulgurante es! Oh mi hermosa Madre, embelleced mi pobre alma con
  vuestras maravillosas virtudes.  
Corazón de Jesús amantísimo,
  os ofrezco la belleza del Inmaculado Corazón de María para obtener
  misericordia, perdón total de todos mis pecados. Oh cuánto deseo complaceros,
  amado Bien mío, y qué pena me da el verme tan miserable y lejana de Vos por
  mis deméritos… Mirad los méritos infinitos de María, no mi maldad, y atraedme
  toda, toda, a vuestro dulcísimo Corazón. María, tened piedad de vuestra hija,
  que en Vos plenamente confía, y obtenedme esta gracia singular. 
37.  
  Siento deseo vivísimo de humildad, y para
  obtener esta preciosa gracia la pido a Vos, Madre mía Inmaculada, en esta
  gran solemnidad, segura de que me la concederéis para que pueda de verdad
  agradar a mi Jesús. Y vos, Beata Alacoque, que me habéis inspirado pedir esta
  virtud importante para la verdadera y constante unión con Dios, suplicad a
  María que la obtenga del Corazón de Jesús para mí. 
38.  
  Dios me pide la fidelidad a algunas pequeñas
  reglas; por eso me vigilaré a mí misma para ser verdaderamente observante, a
  fin de agradar a su amantísimo Corazón. 
39.  
  Al Corazón de Jesús le agradan las pequeñas
  mortificaciones y yo las buscaré en todo, pero especialmente en el ejercicio
  del silencio, callando una palabra que tantas veces deseo decir, una
  ocurrencia, una novedad, etc. 
40.  
  María Santísima no puede ver la necesidad del
  alma devota sin acudir en su ayuda. María de las Gracias, soy vuestra hija;
  socorredme, ayudad a mi alma, ayudad al Instituto por vuestra Concepción
  Inmaculada. Bendecid a todas estas religiosas de hecho, dignas del título de
  Salesianas Misioneras del Divino Corazón de vuestro Hijo amado. Madre mía,
  sed mi Madre y salvadme. 
Último retiro del año 
41.  
  Una mirada penetrante de mi Jesús me hace ver
  como en imagen todas mis faltas de fidelidad, me hace conocer toda mi miseria
  para que aprenda a desconfiar cada vez más de mí y confiar plenamente en su
  ayuda, y abandonarme totalmente y a menudo en su amantísimo Corazón. 
42.  
  Oh sí, mi amado Jesús, encerradme totalmente
  en vuestro Corazón como en un castillo; haré todas mis cosas exteriores
  porque es mi deber, pero no me dejaré absorber nunca por ninguna de ellas
  hasta perder ese suave pensamiento fijo que quiere tener continuamente en
  Vos, en vuestra santísima unión que forma mi cielo en el destierro que me
  dejáis. 
43.  
  También este año me concedió Dios gracias
  especialísimas para mí y para el Instituto, gracias que tienen algo de
  milagroso; por eso, ¡cuánto debo agradecer al Altísimo! Pero ¿qué os ofreceré
  yo, pobre de mí? Dios mío, os ofrezco el Corazón de Cristo que se hizo todo
  mío, os lo ofrezco de modo particular en el Santo Sacrificio de la Misa, y
  por medio de Él os ruego echéis un velo sobre todo cuanto veis en mí de
  desagradable para vuestra Divina Majestad. 
44.  
  Deseo inmensamente ser una víctima pura y
  digna de Dios. Corazón amantísimo de Jesús, ayudadme en toda ocasión, y
  especialmente cuando veis que soy flaca en la virtud y cuando las pruebas me
  parecen demasiado amargas y duras para mi debilidad. Margarita Alacoque, a ti
  también estoy consagrada; ayúdame a superar mis flaquezas, porque quiero
  agradar siempre al Altísimo y hacer que pueda posar su divina mirada sobre
  mí. ¡Jesús! ¡Jesús mío! 
45.  
  Juzgaré siempre bien de todo, no haciendo
  interpretaciones sobre las obras ajenas que no me parezcan buenas cuando se
  trata de personas que están fuera del Instituto. 
46.  
  Antes de emprender alguna obra del Instituto
  me formularé esta pregunta: ¿será del agrado del Corazón amantísimo de mi
  Jesús? 
47.  
  Reflexionaré sobre el bien que hacen tantas
  almas buenas e Institutos para avergonzarme de lo poquísimo que hago y de las
  imperfecciones que hay en todas mis obras. Haré como la abeja, que vuela
  sobre cada flor para recoger el elemento más precioso y formar así la miel,
  dejando la sustancia mala e inútil para su trabajo, y como San Antonio, que
  recorría la Tebaida para extraer de cada uno las más bellas virtudes con que
  adornar la vida. 
48.  
  Oh Corazón de mi Jesús, si Vos no me ayudáis
  yo siento que se me caen los brazos, pero no quiero desagradaros con mi
  desconfianza y por eso nuevamente me abandono en Vos y en mi beata Margarita,
  que lo debe hacer todo por mí. Acoged, amado Jesús, la opresión de mi alma,
  que no puede más, y unidla a vuestro ofrecimiento en el Huerto de los Olivos.
  Oh Jesús, Jesús mío…, salva a tu pobre esposa, que aun estando llena de
  defectos siento que te ama con todo el ímpetu del alma, dispuesta a todo por
  servirte del modo que tú quieras. El Instituto, Jesús mío, es obra de tu
  Corazón. Haz de él lo que Tú quieras con tal que sus miembros te sean gratos. | 
Ef 4,15 
2Co 2,14+ 
Mt 26,39 
Mc 14,36 
Lc 22,42 | 
lunes, 26 de diciembre de 2016
"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 29
domingo, 25 de diciembre de 2016
¡Feliz Navidad!
“El Niño Jesús nació en tiempos
de penas y angustias, pero Él gozaba y confiaba en su Divino Padre, hagan Uds.
lo mismo en la actual circunstancia.” 
 “He querido venir a esta casa (1ª de Buenos
Aires) el día de Navidad para que mi Niño Jesús sea el fundador y veo que sabe
hacerlo muy bien.”
 “Jesús Niño las colme, en su maravilloso
Natalicio, de un prodigio de virtudes que las lleve a ser verdaderas hijas del
Instituto, dignas Misioneras. Encienda en sus ánimos el santo fuego de su amor,
porque eso bastaría para que fueran como yo las quiero. Recen mucho por mí.”
"Epistolario di Santa Francesca Saverio Cabrini",
Instituto MSC, 2002, Vol 2, pag. 236, 595 y 682
Efemérides Cabrinianas: 25 de diciembre de 1895
25 de diciembre de 1885
La primera comunidad en Argentina
Madre Cabrini funda la primera comunidad en
Argentina en la calle Belgrano 660, Capital Federal.
 “Después
de haber conocido un poco los lugares y de haber visitado cerca de sesenta
casas, llegué a resolverme por tomar una en el centro de la ciudad, y como era
de gusto del Corazón Adorable de Jesús, la hallé muy hermosa, espaciosa, llena
de luz, que al verla causaba a todos cierta ilusión y con mayor apariencia de
lo que en verdad era. En efecto, muchas señoras me disuadían de alquilarla,
porque era un poco cara, diciéndome que en los dos primeros años no llegaríamos
a tener más de seis o siete alumnas, hasta que llegáramos a inspirar confianza
a los bonaerenses; pero yo sentía en mi ánimo una secreta persuasión, que no
sabía de dónde venía, y por esto decidí tomarla a cualquier costo. Mas esta
audacia en hacerme cargo de tal obligación, más bien pesada, terminó por dejar
en todos una buena impresión y comenzaron las principales familias a venir para
inscribir a sus niñas, y continuaron en adelante, de manera que, a mi partida,
la Casa ya estaba llena y hubimos de hacer planes para tomar otra casa más capaz.
Cuando todo estuvo arreglado con el dueño de la casa, se pensó ya en comenzar a
habitarla, por lo cual determiné inaugurarla en un día que fuera memorable, y
justamente elegí el día de Navidad. Las buenas Hermanas de la Misericordia no
querían dejarnos partir de su lado en día tan solemne, pero yo estuve firme, y
con la Madre Clara, a las diez de la mañana del 25 de diciembre, me dirigí a
nuestro domicilio; y así el verdadero fundador de la primera Casa Argentina fue
el Santo Niño Jesús, en el cual puse toda mi confianza, abandonándome a Él por
completo, a fin de que Él se cuidara de superar todas las dificultades con la
bondad de su Corazón. Y el Santo Niño lo supo hacer maravillosamente. En las
vísperas de la apertura de la Casa hice dos telegramas, uno a Codogno, y el
otro a Nueva York, llamando a varias Hermanas, las cuales prontas ya y bien
dispuestas para la nueva fundación, se pusieron de inmediato en viaje, y un mes
más tarde, primero las de Nueva York, y un día más tarde las de Italia, se
hallaban ya en la nueva Casa, en donde yo y la Madre Clara las aguardábamos con
indecible ansia; pues no se podía continuar con la Casa abierta y solamente
nosotras dos, por las exigencias, que cada día eran mayores, por las clientas
que el Fundador había ya cautivado para la nueva fundación”.
“Después
de haber conocido un poco los lugares y de haber visitado cerca de sesenta
casas, llegué a resolverme por tomar una en el centro de la ciudad, y como era
de gusto del Corazón Adorable de Jesús, la hallé muy hermosa, espaciosa, llena
de luz, que al verla causaba a todos cierta ilusión y con mayor apariencia de
lo que en verdad era. En efecto, muchas señoras me disuadían de alquilarla,
porque era un poco cara, diciéndome que en los dos primeros años no llegaríamos
a tener más de seis o siete alumnas, hasta que llegáramos a inspirar confianza
a los bonaerenses; pero yo sentía en mi ánimo una secreta persuasión, que no
sabía de dónde venía, y por esto decidí tomarla a cualquier costo. Mas esta
audacia en hacerme cargo de tal obligación, más bien pesada, terminó por dejar
en todos una buena impresión y comenzaron las principales familias a venir para
inscribir a sus niñas, y continuaron en adelante, de manera que, a mi partida,
la Casa ya estaba llena y hubimos de hacer planes para tomar otra casa más capaz.
Cuando todo estuvo arreglado con el dueño de la casa, se pensó ya en comenzar a
habitarla, por lo cual determiné inaugurarla en un día que fuera memorable, y
justamente elegí el día de Navidad. Las buenas Hermanas de la Misericordia no
querían dejarnos partir de su lado en día tan solemne, pero yo estuve firme, y
con la Madre Clara, a las diez de la mañana del 25 de diciembre, me dirigí a
nuestro domicilio; y así el verdadero fundador de la primera Casa Argentina fue
el Santo Niño Jesús, en el cual puse toda mi confianza, abandonándome a Él por
completo, a fin de que Él se cuidara de superar todas las dificultades con la
bondad de su Corazón. Y el Santo Niño lo supo hacer maravillosamente. En las
vísperas de la apertura de la Casa hice dos telegramas, uno a Codogno, y el
otro a Nueva York, llamando a varias Hermanas, las cuales prontas ya y bien
dispuestas para la nueva fundación, se pusieron de inmediato en viaje, y un mes
más tarde, primero las de Nueva York, y un día más tarde las de Italia, se
hallaban ya en la nueva Casa, en donde yo y la Madre Clara las aguardábamos con
indecible ansia; pues no se podía continuar con la Casa abierta y solamente
nosotras dos, por las exigencias, que cada día eran mayores, por las clientas
que el Fundador había ya cautivado para la nueva fundación”.jueves, 22 de diciembre de 2016
Efemérides Cabrinianas: 22 de diciembre de 1888 y 1917
22 de diciembre de 1888
Encuentro de Madre Cabrini con el Papa León XIII
En esa ocasión, el Papa, con la famosa frase “No al Oriente sino al Occidente” pidió a Madre Cabrini que fuera a Estados Unidos en favor de los emigrantes italianos.
León XIII estimaba muchísimo a Madre Cabrini y la ayudó económicamente.
22 de diciembre de 1917
Fallecimiento de Madre Cabrini
Hace 99 años, Francisca Cabrini fallecía en Hospital Columbus de Chicago, Estados Unidos.
Al
rato, la madre Cabrini pidió quedarse sola. Le puso llave a su puerta por
dentro (lo sabemos por las hermanas que durante la mañana fueron a verla, y que
al advertir que la puerta estaba con llave, no insistieron para no molestarla).
Probablemente hacia el medio día tuvo el derrame pulmonar. Es evidente que la
madre en ningún momento perdió la lucidez ni la presencia consoladora de su
Señor. Había despertado probablemente con la premonición de que sería el día
que la llamaría el Esposo, y en el momento del derrame supo que llegaba. Se
levantó, giró la llave para que luego las hermanas pudieran entrar, tocó la
campanilla y volvió a su sillón. La hermana que la estaba atendiendo ese día,
oyó la campanilla y acudió con el almuerzo. Tocó la puerta y entró. Pero ya la
madre había emprendido su último viaje, esta vez al paraíso.
Eran
veinte minutos pasado el mediodía del 22 de diciembre de 1917.
Afuera, en las calles de
Chicago hacía mucho frío.”
Segundo Galilea, “El Poder y la Fragilidad”, pág. 205-206
lunes, 19 de diciembre de 2016
"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 28
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MI RETIRO 
En los Santos Ejercicios, 24 sept. 1885 (continuación) 
19.  
  Debo estar en todo crucificada, y te repito,
  corazón mío, que no debes ser en adelante delicado conmigo y que debes
  soportar con magnanimidad toda pena o tribulación que el amable Esposo quiera
  permitir, estando segura de que todo es para tu mayor bien y para el bien del
  Instituto que tanto amo. 
20.  
  No haré distinción entre pena y pena, ni me
  preguntaré si me viene de quien me esperaba o de quien no me esperaba; me
  bastará que sea un sufrimiento para abrazarlo como medio de reparación por
  mis continuas infidelidades, como acto de amor muy grato a Jesús. Propongo
  tener la intención en cada sufrimiento de quitar una espina del Corazón
  amorosísimo de Jesús y de ganar un alma más que le dé gloria. 
21.  
  Debo procurar poseer del modo más perfecto
  posible el espíritu de penitencia, tanto más viéndome en la imposibilidad de
  practicarla. Mediante tal espíritu sabré aprovechar tantísimas pequeñas
  circunstancias en las cuales podré soportar un poquito de sufrimiento. 
22.  
  Las pequeñas acciones son un auténtico tesoro,
  porque son el verdadero medio para asemejarme a Jesucristo. 
23.  
  Las alabanzas, los aplausos del mundo, son
  humo que oscurece la mente siempre que los dejamos entrar en el corazón.
  Podrá ayudarnos la reflexión de que no siempre es sincera la palabra del que
  nos habla, sino que muchas veces es adulación. 
24.  
  Las persecuciones no faltarán nunca, y tanto
  más las encontraré cuanto más avance en el camino del espíritu, que me
  volverá semejante a Cristo, el cual fue perseguido en toda su vida mortal. 
26.  
  En las persecuciones, que nunca faltan, no
  debo turbarme por nada ni aflojar por nada en la confianza que he depositado
  en el Corazón Santísimo de Jesús, sino alegrarme considerando que es éste un
  medio para obtener la unión cada vez más estrecha con mi dulcísimo Esposo. 
27.  
  Cuando la confianza disminuye hasta verme en
  el desaliento, debo estar muy alerta porque caería entonces del estado de
  humildad que he elegido al de soberbia. 
28.  
  El tercer grado de humildad es que debo optar
  por vivir en paz con mi Dios, que con razón exige mucho de mí después de las
  innumerables gracias recibidas en todo el curso de mi existencia. 
29.  
  ¡Cuánto goza el alma entregada a Dios
  sufriendo algo por El! Protestará la naturaleza, pero en el fondo del corazón
  habrá una paz suavísima que no puede compararse con ningún placer de la
  tierra, inexpresable porque es sobrenatural, y que está reservada por el
  Altísimo para su alma predilecta. 
30.  
  Cuánto sufrió el amantísimo Jesús por
  nosotros. ¿Qué son nuestros sufrimientos comparados con los suyos? ¿Quién se
  atreverá a quejarse de ellos? 
31.  
  El alma estará a veces desolada sin consuelo
  alguno en sus penas, y entonces tiene necesidad de abrazarse a su Jesús con
  humildísima confianza. 
32.  
  No se desaliente el alma ni siquiera cuando le
  parezca estar abandonada totalmente de Dios, segura de que tal pensamiento es
  sugestión del enemigo que quiere robarle un poco de ese sufrimiento que
  debemos ofrecer en toda su pureza como holocausto al Corazón Santísimo de
  Jesús. 
33.  
  El servicio de Dios sin consuelos es más
  seguro que el abundar en dulzuras y apoyos naturales, porque es más fácil que
  obre la naturaleza que no el espíritu. 
34.  
  El alma ha de transportarse de cuando en
  cuando a tres estaciones: al purgatorio, al cielo y al Sagrado Corazón de Jesús.
  Al purgatorio, que nos espera por nuestros defectos, para llevar con
  generosidad las pequeñas tribulaciones, las espinas con las que Dios nos
  visita a fin de purificarnos y hacernos dignos de Él. Al cielo, para
  animarnos a la generosidad en cualquier dificultad, pensando que todo es poco
  cuando se trata de alcanzar una felicidad sin límites ni confines. 
Al Sagrado Corazón de Jesús,
  para recuperarnos en Él y descansar en Él tranquilamente, dejando en sus
  manos todo pensamiento de nuestras cosas. Oh con qué gusto se hace cargo Dios
  del alma que se abandona a Él. 
35.  
  Cuando por compromisos o por salud no pueda
  intervenir en los ejercicios de la Comunidad, procuraré ser fiel en las
  conmutaciones sin desalentarme ni dejarme abatir. | 
2Co 4,10 
Si 3,19 
Si 11,3 
Si 12,16 
Sal 55,22 
Pr 12,19 
2Co 4,8+ 
Col 1,24 
1Pe 5,7 
Rm 5,3 
2Co 12,1+ 
Mt 26,36 
Mc 14,26+ 
Lc 22,21+ 
Jn 13,21+ 
Mt 27,46 
Mc 16,34 
1Co 1,9 | 
sábado, 17 de diciembre de 2016
Efemérides Cabriniana: 17 de diciembre de 1925
 Segundo
milagro de Madre Cabrini
Segundo
milagro de Madre Cabrini
Curación de la Hna. Delfina Grazioni
en el Hospital “Columbus” de
Chicago, Estados Unidos
El segundo milagro es el caso de
Sor Delfina Grazioni. Ésta estaba enferma desde el año 1915. En 1921, los rayos
X mostraron que tenía adherencias en la vesícula, el colon y el píloro. Ese
mismo año se le hizo una seria operación, y otra al año siguiente; y como no
mejorara, se le hicieron otras dos operaciones en 1925.
A fin de año los médicos
abandonaron toda esperanza; Sor Delfina estaba ya en las últimas. Tenía los
ojos hundidos en un rostro cadavérico; tal era su debilidad que no podía probar
bocado, su voz era sólo un murmullo, y los que entraban a su cuarto creían
percibir ya el olor de la muerte.
A la pobre enferma no le daban
más de uno o dos días de vida, hasta el extremo de que las niñas del orfanato
de Seattle estaban ya ensayando los cantos para sus funerales. En la mañana del
17 de diciembre, una de las religiosas tuvo que ir a la ciudad para hacer
algunas diligencias, y al salir fue detenida por la Superiora que le dijo:
–Oiga, Hermana, ya que va al
centro podría pasar por la empresa de pompas fúnebres y encargar el cajón para
Sor Delfina; eso evitará hacer otro viaje mañana.
Desde Seattle, la Hermana tuvo
que llamar a la Superiora para hacerle una consulta, y con la consiguiente
sorpresa oyó que ésta le decía:
–Mire Hermana, no vaya a la
empresa, porque Sor Delfina está mejor.
–¿Cómo va a estar mejor, Madre?
Ya sabe lo que dijo el doctor.
–Vuelva a casa nomás. Le aseguro
que la Hermana se encuentra perfectamente sana.
Teodoro Maynard, “Un mundo demasiado pequeño”, Editorial
Poblet, Buenos Aires
Fotos: Arriba a la izquierda: la Hna. Delfina Grazioni; abajo a la derecha: el hospital "Columbus" de Chicago hacia fines del siglo XIX 
lunes, 12 de diciembre de 2016
"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 27
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MI RETIRO 
En los Santos Ejercicios, 24 sept. 1885 
El Corazón de Jesús, María,
  José y Francisco de Sales me ayuden a sacar provecho de ellos, a fin de
  alcanzar ese estado de perfección que Dios exige de mí. 
1.      
  Dios no falla nunca con su gracia, sino que la
  da siempre en medida suficiente para corresponder a las luces que nos concede
  para nuestra perfección. 
2.      
  A ninguna cosa, o circunstancia, o cargo o
  persona, debo inculpar si no vivo perfectamente, sino sólo a la mala voluntad
  que abusa del libre albedrío. 
3.      
  Dios me ha creado para sí y mi pensamiento
  debe estar siempre fijo en Él; ay de mí si lo detuviera siquiera un instante
  con complacencia en las criaturas o en sentimientos vanos. 
4.      
  Debo espiritualizar todo a fin de vivir la
  vida de la verdadera Esposa del Corazón de Jesús. Sólo los animales pueden
  vivir una vida material que atiende únicamente a lo que cae bajo los
  sentidos. 
5.      
  Debo querer lo que Dios quiere de mí, ni más
  ni menos, en toda hora, en todo momento, y quererlo realmente del modo que él
  quiere, y no permitir, por tanto, a mi corazón afligirse, entristecerse en
  las distintas circunstancias de la vida aun cuando parezca que todo está
  perdido. 
6.      
  En las tribulaciones, en los desprecios, en
  las vejaciones, debo procurar considerarlos como los medios más aptos para mi
  último fin, medios pensados y elegidos por Dios desde la eternidad. 
7.      
  Debo reflexionar con frecuencia sobre la
  sublimidad de la vocación religiosa para estar agradecida al Corazón
  Santísimo de Jesús por esta gracia, que puedo considerar como una nueva
  creación. 
8.      
  Feliz aquel día en que el Altísimo, con un
  rayo de su gracia, me dijo: –Sal de tu tierra y de tu familia, y vete a la
  tierra que yo te mostraré. 
Tierra feliz será, oh Dios, la
  vida religiosa, que realmente mana leche y miel, a la sombra de vuestra
  tienda, donde podrá gozar esa íntima unión con Vos que es el cielo en la
  tierra. 
9.      
  Nada había en mí para merecer tan sublime
  gracia como la vocación y, sin embargo, la bondad del Corazón Santísimo de
  Jesús quiso otorgármela por encima de todo, apelando no a su severa justicia,
  sino sólo a su misericordia, que de otro modo no hubiera podido dármela; por
  eso, cuánto debo agradecer a ese Corazón del amantísimo Jesús y cómo debe
  parecerme todo peso ligero y toda pena suave, cuando se trata de procurarle
  un poco de gloria mediante el Instituto, verdadera tierra de promisión. 
10.  
  Debo proponerme alguna práctica especial cada
  día en reconocimiento del don de la vocación, y desde ahora desearé que todas
  mis penas cotidianas y los tristes sucesos que muchas veces me oprimen el
  corazón sean prenda de gratitud para el Corazón Santísimo de Jesús. 
11.  
  A tal fin, procuraré tener siempre el rostro
  alegre y no manifestar a los otros la tristeza de mi alma, para ofrecer un
  holocausto menos indigno a Aquel que, siendo feliz en sí mismo, deja el
  cielo, por decirlo así, para amarme a mí, su criaturilla miserable. 
12.  
  Debo cultivar continuos afectos de
  reconocimiento hacia mi buen Jesús, que en toda mi vida me ha colmado de
  beneficios muy grandes y muy misericordiosos. 
Hoy, a la luz del Corazón de
  Jesús, veo todas las ayudas especiales, los gestos singulares de bondad con
  que me ha rodeado siempre, y me viene espontánea la más ferviente gratitud;
  pero debo sentirla también en la aridez y en la oscuridad, y aunque me
  parezca estar abandonada de Dios, prometo hoy para siempre rebatir semejante
  pensamiento como sugerido por mi enemigo para llevarme al desaliento e
  impedirme el poco bien que podría hacer. 
13.  
  Debo familiarizarme cada vez más con el
  pensamiento de la muerte, que me ayudará a caminar en todas las cosas
  directamente a Dios. 
14.  
  Rechazaré como sugerido por el demonio el
  temor de que Dios me vaya a abandonar en el momento de la muerte, porque esto
  desdice de esa bondad infinita que el Corazón de Jesús me ha mostrado y por
  la que debo sentir constante gratitud. 
15.  
  En las pruebas de la vida debo procurar a toda
  costa conservar viva la confianza en el Corazón Santísimo de Jesús para no
  caer en el desaliento. El que confía debidamente no se desanima nunca. 
16.  
  La falta de confianza deshonra a Dios porque
  indica que Dios nos ha fallado, cuando esto es imposible; somos siempre
  nosotros los que fallamos y los que ponemos impedimentos a las operaciones de
  la gracia; por tanto, de ahora en adelante, en lugar de desconfiar, tendré
  una humilde confianza, segura de que cuanto más reconozca mi miseria, más
  extenso será el campo donde podrá obrar la bondad del Altísimo. 
17.  
  Prometo, Dios mío, hacer todo del mejor modo
  posible para complacer a vuestro amabilísimo Corazón, y si alguna vez
  inadvertidamente faltase, mediante esta promesa quiero resarcir a vuestro
  amor vilipendiado y hacer tantos actos de humildad y adoración cuantas hayan
  sido mis faltas. Aceptad, amantísimo Jesús mío, cada deseo mío que por
  vuestra bondad despertáis en mi alma, cada impulso que me dais como
  verdaderos actos de tiernísimo amor de vuestra verdadera Esposa. | 
1Pe 5,10 
Sab 11,25 
Sab 11,26 
1Co 2,14 
Jb 23,10 
Jb 36,15 
Jb 36,16 
Gn 12,1+ 
2Co 9,7 
Hb 2,16+ 
1Tes 5,23+ | 
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