Madre Cabrini visitó la Basílica de Luján
El domingo anterior al 4 de diciembre de 1895, Francisca fue
en peregrinación a Luján por
celebrarse la imposición del “Palio” al nuevo Arzobispo Ladislao Castellano y
la firma de la paz entre Argentina y Chile.
(Carta
735, pág. 577, Vol. II: escrita en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1895 y
traducida por Ana María Cerri).Es muy interesante la descripción que hace Madre Cabrini de Buenos Aires y el análisis político del conflicto entre Argentina y Chile.
...
"Buenos
Aires es hermosa y es grande, y si hoy no es de nuestro gusto, es tan sólo,
porque en su extensión, con mucha frecuencia ha mezclado lo hermoso con lo
desagradable. ¡Figúrense! Se camina a lo largo de diez cuadras, equivalentes a un
kilómetro, tan hermosas que les parece hallarse ante los más espléndidos
palacios de París; y luego inmediatamente, veinte cuadras más adelante, o sea
dos kilómetros, se hallan en medio de casas de un solo piso, y algunas tan
bajas que parece se hunden en la tierra. Después de haber andado tanto, se
encontrarán de nuevo ante palacios suntuosos y estupendos, como por ejemplo, en
la Recoleta y muy en especial en la calle Alvear, que verdaderamente es algo
encantador.
Vuestra admiración se acrecienta en la visita al Paseo
de Palermo y a los jardines públicos, que pueden parangonarse con los mejores
de Europa, con cultivos extraordinarios, sitios de aclimatación, tanto para las
plantas como para animales.
La ciudad de Buenos Aires tiene, por decir
así, tan sólo diez años de vida, pero si adelanta así otros diez años más, y
mejor aún si veinte años, ciertamente podrá rivalizar con Nueva York, siempre
empero que los partidos no se levanten para dañarla, como siempre existe el
peligro, debido al carácter de los habitantes, bueno sí, pero turbulento.
Ahora, por ejemplo, debía entrar en guerra con Chile por cuestiones de límites;
Buenos Aires poseía sus derechos, y Chile deseaba apoderarse de un poco de tierra,
ya que sus límites eran muy estrechos; pero gracias al Cielo hubo arreglo,
cediendo la Argentina parte de sus extensiones inmensas hacia la Tierra del
Fuego.
Contribuyeron a este arreglo, en mucho, los dos Arzobispos, es decir el
de Chile, Monseñor Casanova y el nuevo de Buenos Aires.
Justamente a mi llegada
a Buenos Aires, y con dicho fin, los dos Prelados hicieron una Peregrinación a
la Virgen de Luján, junto con el general Roca, Presidente interino, durante la
ausencia del Presidente Uriburu,
quien por enfermedad hubo de ir a tomar frescos y saludables aires en las
celebradas montañas de Córdoba. También estuvieron presentes varios Ministros e
inmenso pueblo.
Predicó el elocuente orador Monseñor Jara, Vicario de
Valparaíso, a quien aplaudieron repetidamente los representantes de las dos
Repúblicas, como asimismo el pueblo presente.
Al final, después de haber
hablado de los privilegios de María Santísima, de los admirables milagros
obrados en Luján, y después de haber afirmado que Chile no podía obsequiar algo
que fuese digno de esa Taumaturga Virgen, estando ya cubierta de oro de la
cabeza a los pies, dijo que el mejor regalo sería dejar en el Santuario la
bandera de la República Chilena, como señal del abrazo y de la paz con la
República hermana.
Estas palabras fueron frenéticamente aplaudidas.
En verdad
nos impresionaba un poco ver el Santuario trocado en un teatro, pero luego
perdonamos esta especie de irreverencia a la Iglesia de Dios, pensando que hace
poco, en estos pueblos, ha nacido la verdadera civilización con la Religión, y
que, al fin y al cabo, su fe era buena, al llevarlos a tratar aun los destinos
de las naciones dentro de los muros del Santuario, implorando la bendición de
Dios y de la de María Virgen.
La Madre Clara, y yo también, habíamos ido a esa
peregrinación, porque, apenas llegados a la Curia, los buenos Padres,
rodeándonos con toda solicitud, nos dieron boletos de primera clase para
hacernos participar de su nueva y gran fiesta. Acepté, y mientras todos estaban
preocupados en suplicar la paz de su propio país, yo uní también mis oraciones
a las suyas, pidiendo la paz para una nación, que ya consideraba como mía,
desde el primer instante de mi llegada; mas entre el bullicio de los que se
estremecían y alegraban por los destinos de laRepública, yo me recogí en
mí misma, recomendando a la imagen milagrosa la fundación, que trataba de
hacer, prometiendo volver a agradecerle antes de partir de la Argentina, si
todo me hubiese ido bien.
En efecto el éxito superó toda expectativa, y, una
semana antes de iniciar el viaje, fui a satisfacer mi promesa con gran consuelo
y aliento para mí; porque mientras encomendaba a María la Casa que estaba por
dejar, me parecía que esa querida Madre poderosa y taumaturga, me aseguraba su
protección continuada.
Tuvimos una prueba visible del amor y de la protección
de esta nuestra querida Madre, que llenó de estupor y de gran maravilla a las
Hermanas, quienes conmigo, fueron a Luján, y ofrecieron, a esta Madre de gracias,
sus votos y sus agradecimientos.
Apenas partimos de Buenos
Aires, una lluvia de luminosísimos rayos, que con sus luces superaban los
esplendores de los rayos del sol, nos acompañaron durante todo el viaje y tan
sólo desaparecieron, en las cercanías de Luján, después de habernos indicado el
Santuario, en donde la prodigiosa Imagen prodiga los inefables tesoros de sus
gracias y bendiciones, como para mostrarnos visiblemente la protección especial
de la Celestial Reina”.
(“Viajes”,
págs. 194-196)
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