domingo, 4 de diciembre de 2016

Efemérides Cabrinianas: 4 de diciembre de 1895 (domingo anterior)


Madre Cabrini visitó la Basílica de Luján

El domingo anterior al 4 de diciembre de 1895, Francisca fue en peregrinación a Luján por celebrarse la imposición del “Palio” al nuevo Arzobispo Ladislao Castellano y la firma de la paz entre Argentina y Chile.
(Carta 735, pág. 577, Vol. II: escrita en Buenos Aires el 4 de diciembre de 1895 y traducida por Ana María Cerri).

Es muy interesante la descripción que hace Madre Cabrini de Buenos Aires y el análisis político del conflicto entre Argentina y Chile.
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"Buenos Aires es hermosa y es grande, y si hoy no es de nuestro gusto, es tan sólo, porque en su extensión, con mucha frecuencia ha mezclado lo hermoso con lo desagradable. ¡Figúrense! Se camina a lo largo de diez cuadras, equivalentes a un kilómetro, tan hermosas que les parece hallarse ante los más espléndidos palacios de París; y luego inmediatamente, veinte cuadras más adelante, o sea dos kilómetros, se hallan en medio de casas de un solo piso, y algunas tan bajas que parece se hunden en la tierra. Después de haber andado tanto, se encontrarán de nuevo ante palacios suntuosos y estupendos, como por ejemplo, en la Recoleta y muy en especial en la calle Alvear, que verdaderamente es algo encantador. 

Vuestra admiración se acrecienta en la visita al Paseo de Palermo y a los jardines públicos, que pueden parangonarse con los mejores de Europa, con cultivos extraordinarios, sitios de aclimatación, tanto para las plantas como para animales. 
La ciudad de Buenos Aires tiene, por decir así, tan sólo diez años de vida, pero si adelanta así otros diez años más, y mejor aún si veinte años, ciertamente podrá rivalizar con Nueva York, siempre empero que los partidos no se levanten para dañarla, como siempre existe el peligro, debido al carácter de los habitantes, bueno sí, pero turbulento. Ahora, por ejemplo, debía entrar en guerra con Chile por cuestiones de límites; Buenos Aires poseía sus derechos, y Chile deseaba apoderarse de un poco de tierra, ya que sus límites eran muy estrechos; pero gracias al Cielo hubo arreglo, cediendo la Argentina parte de sus extensiones inmensas hacia la Tierra del Fuego. 
Contribuyeron a este arreglo, en mucho, los dos Arzobispos, es decir el de Chile, Monseñor Casanova y el nuevo de Buenos Aires. 
Justamente a mi llegada a Buenos Aires, y con dicho fin, los dos Prelados hicieron una Peregrinación a la Virgen de Luján, junto con el general Roca, Presidente interino, durante la ausencia del Presidente Uriburu, quien por enfermedad hubo de ir a tomar frescos y saludables aires en las celebradas montañas de Córdoba. También estuvieron presentes varios Ministros e inmenso pueblo. 
Predicó el elocuente orador Monseñor Jara, Vicario de Valparaíso, a quien aplaudieron repetidamente los representantes de las dos Repúblicas, como asimismo el pueblo presente. 
Al final, después de haber hablado de los privilegios de María Santísima, de los admirables milagros obrados en Luján, y después de haber afirmado que Chile no podía obsequiar algo que fuese digno de esa Taumaturga Virgen, estando ya cubierta de oro de la cabeza a los pies, dijo que el mejor regalo sería dejar en el Santuario la bandera de la República Chilena, como señal del abrazo y de la paz con la República hermana. 
Estas palabras fueron frenéticamente aplaudidas. 
En verdad nos impresionaba un poco ver el Santuario trocado en un teatro, pero luego perdonamos esta especie de irreverencia a la Iglesia de Dios, pensando que hace poco, en estos pueblos, ha nacido la verdadera civilización con la Religión, y que, al fin y al cabo, su fe era buena, al llevarlos a tratar aun los destinos de las naciones dentro de los muros del Santuario, implorando la bendición de Dios y de la de María Virgen. 

La Madre Clara, y yo también, habíamos ido a esa peregrinación, porque, apenas llegados a la Curia, los buenos Padres, rodeándonos con toda solicitud, nos dieron boletos de primera clase para hacernos participar de su nueva y gran fiesta. Acepté, y mientras todos estaban preocupados en suplicar la paz de su propio país, yo uní también mis oraciones a las suyas, pidiendo la paz para una nación, que ya consideraba como mía, desde el primer instante de mi llegada; mas entre el bullicio de los que se estremecían y alegraban por los destinos de laRepública, yo me recogí en mí misma, recomendando a la imagen milagrosa la fundación, que trataba de hacer, prometiendo volver a agradecerle antes de partir de la Argentina, si todo me hubiese ido bien. 
En efecto el éxito superó toda expectativa, y, una semana antes de iniciar el viaje, fui a satisfacer mi promesa con gran consuelo y aliento para mí; porque mientras encomendaba a María la Casa que estaba por dejar, me parecía que esa querida Madre poderosa y taumaturga, me aseguraba su protección continuada. 
Tuvimos una prueba visible del amor y de la protección de esta nuestra querida Madre, que llenó de estupor y de gran maravilla a las Hermanas, quienes conmigo, fueron a Luján, y ofrecieron, a esta Madre de gracias, sus votos y sus agradecimientos.
Apenas partimos de Buenos Aires, una lluvia de luminosísimos rayos, que con sus luces superaban los esplendores de los rayos del sol, nos acompañaron durante todo el viaje y tan sólo desaparecieron, en las cercanías de Luján, después de habernos indicado el Santuario, en donde la prodigiosa Imagen prodiga los inefables tesoros de sus gracias y bendiciones, como para mostrarnos visiblemente la protección especial de la Celestial Reina”.
(“Viajes”, págs. 194-196)




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