25 de diciembre de 1885
La primera comunidad en Argentina
Madre Cabrini funda la primera comunidad en
Argentina en la calle Belgrano 660, Capital Federal.
“Después
de haber conocido un poco los lugares y de haber visitado cerca de sesenta
casas, llegué a resolverme por tomar una en el centro de la ciudad, y como era
de gusto del Corazón Adorable de Jesús, la hallé muy hermosa, espaciosa, llena
de luz, que al verla causaba a todos cierta ilusión y con mayor apariencia de
lo que en verdad era. En efecto, muchas señoras me disuadían de alquilarla,
porque era un poco cara, diciéndome que en los dos primeros años no llegaríamos
a tener más de seis o siete alumnas, hasta que llegáramos a inspirar confianza
a los bonaerenses; pero yo sentía en mi ánimo una secreta persuasión, que no
sabía de dónde venía, y por esto decidí tomarla a cualquier costo. Mas esta
audacia en hacerme cargo de tal obligación, más bien pesada, terminó por dejar
en todos una buena impresión y comenzaron las principales familias a venir para
inscribir a sus niñas, y continuaron en adelante, de manera que, a mi partida,
la Casa ya estaba llena y hubimos de hacer planes para tomar otra casa más capaz.
Cuando todo estuvo arreglado con el dueño de la casa, se pensó ya en comenzar a
habitarla, por lo cual determiné inaugurarla en un día que fuera memorable, y
justamente elegí el día de Navidad. Las buenas Hermanas de la Misericordia no
querían dejarnos partir de su lado en día tan solemne, pero yo estuve firme, y
con la Madre Clara, a las diez de la mañana del 25 de diciembre, me dirigí a
nuestro domicilio; y así el verdadero fundador de la primera Casa Argentina fue
el Santo Niño Jesús, en el cual puse toda mi confianza, abandonándome a Él por
completo, a fin de que Él se cuidara de superar todas las dificultades con la
bondad de su Corazón. Y el Santo Niño lo supo hacer maravillosamente. En las
vísperas de la apertura de la Casa hice dos telegramas, uno a Codogno, y el
otro a Nueva York, llamando a varias Hermanas, las cuales prontas ya y bien
dispuestas para la nueva fundación, se pusieron de inmediato en viaje, y un mes
más tarde, primero las de Nueva York, y un día más tarde las de Italia, se
hallaban ya en la nueva Casa, en donde yo y la Madre Clara las aguardábamos con
indecible ansia; pues no se podía continuar con la Casa abierta y solamente
nosotras dos, por las exigencias, que cada día eran mayores, por las clientas
que el Fundador había ya cautivado para la nueva fundación”.
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