lunes, 5 de diciembre de 2016

"Pensamientos y Propósitos" de Santa Francisca Javier Cabrini - 26


MI RETIRO


en los Santos Ejercicios de este año 1884
día 15 de agosto


1.       Paratum cor meum, Deus, paratum cor meum. Sí, está preparado mi corazón, Dios mío; hablad, decidme lo que queréis; estoy dispuesta a cualquier sacrificio para crecer en vuestro amor y para procurar vuestra gloria. Corazón de mi Jesús, me abandono en ti. Habladme, instruidme, iluminadme.
2.       Yo soy de Dios y debo servir a Dios. El bien que hago es Dios el que lo obra en mí; como el niño que escribe porque otro le conduce la mano y después sólo puede considerar suyas las manchas que la mano torpe e ignorante le hizo derramar a pesar del cuidado del maestro, así yo en todas mis obras no tengo de mío más que la miseria de las mismas, presente en ellas por mi total ignorancia y perversa naturaleza. ¿Podré entonces gloriarme por algún éxito que Dios me permite?
Sería una monstruosidad de amor propio.
3.       Si Dios es mi Dueño y puede hacer de mí lo que él quiera, puede consolarme y atribularme sirviéndose de las causas que a él le plazcan, y yo, como su perfecta esclava, estoy obligada a quedar indiferente de cualquier modo que quiera tratarme, y a alegrarme tanto en lo amargo como en lo dulce, teniendo presente que el Corazón de mi buen Dios es todo ternura para mí y que todo lo que permite lo hace siempre para mi mayor bien.
Gracias a ti, mi buen Dios, porque me afliges en aquellas cosas en las que yo deseaba y me parecía justo esperar ayuda. Perdóname por tantas veces en que no me he doblegado inmediatamente a tu voluntad.
4.       Doblegarse en aquellas cosas que repugnan a la naturaleza, al entendimiento, es verdadero mérito; pero plegarse en aquello que agrada a la naturaleza y halaga al amor propio constituye poco o ningún mérito, y muchas veces se amontona leña para el purgatorio.
5.       Para conocer si cumplo bien de ahora en adelante la voluntad de Dios, me fijaré en este indicio: conservar externa e internamente una continua alegría dulce y serena conforme al carácter de verdadera Esposa de mi Jesús Crucificado.
6.       Para no caer en pecado es preciso desconfiar siempre de nosotras mismas, de las virtudes que el amor propio nos hace creer que poseemos, y confiar puramente en la ayuda de Dios.
7.       Mi vida no es ya mía, sino del Instituto, y estoy obligada, por tanto, a conservarla lo más sana posible, obedeciendo dócilmente cuando me aconsejan cuidarme y tener cautela; así en viernes, en lugar de no beber vino trataré de reprimir cuatro o cinco veces el amor propio.
8.       Las culpas de las que estamos arrepentidas aparecerán cubiertas de perlas en el último día.
9.       Sin el cumplimiento de las prácticas de piedad es imposible estar libres de defectos.
10.   La obra de piedad más importante es el examen de conciencia, particular y general. No lo descuidaré nunca, a fin de poder humillarme continuamente.
11.   Es preciso vigilar incesantemente el amor propio, porque sabe bien disfrazarse bajo forma de mayor bien, sobre todo en materia de obediencia, y no da tregua hasta hacernos caer en alguna falta externa o interna.
12.   No debemos tener por grandes aquellas cosas que nos parecen tales, sino aquellas que agradan al Señor, aunque sean pequeñas y despreciables. San José y María no realizaron grandes cosas, pero en su humildad agradaron inmensamente al Altísimo hasta el punto de hacerse presente en medio de ellos. Oh María, oh San José, por vuestra inmensa virtud unidme estrechamente a Jesús, a fin de que mi alma tenga paz.
13.   El alma que sigue a Jesucristo debe ser inalterable en cualquier circunstancia, en cualquier acontecimiento, por triste o alegre que sea. Si obra de otro modo, inquietándose o alegrándose según el cambio de las cosas, no tiene aún en sí el espíritu de Dios, sino el del amor propio, tan perjudicial en el camino de la perfección.
14.   Es muy bueno invocar al Espíritu Santo con frecuencia para que dirija nuestro espíritu y nos ilumine en el camino recto.
15.   Antes de corregir, es bueno reflexionar un instante sobre el modo mejor de hacerlo; entonces actuará la gracia.
16.   Cristo en el Huerto nos enseña el modo de soportar los sufrimientos y el abandono total de todo consuelo humano.
17.   Antes de recurrir a las criaturas en nuestras penas debemos recurrir a nuestro buen Jesús, si él no nos da consuelo suficiente, no va contra la perfección el dirigirnos luego hacia las criaturas que representan a Dios. Pero el alma, esposa de Jesús, ¿podrá decir que su Amado no le da suficiente consuelo? Sería un error grandísimo, imperdonable. Aunque el buen Jesús nos trate como quiera, aunque nos ponga bajo la prensa de la tribulación, El es siempre el objeto de nuestra predilección, y si El no nos bastase sería una mala señal.
Libradme, oh Jesús amantísimo, de tan gran desgracia; os lo suplico con todo el corazón, con toda el alma.










Sal 108,2



Sal 186,11


1Cor 2,3

2Cor 12,10

2Cor 11,30
2Cor 12,1
















































Mi 6,8
Sal 131
Sal 149,4




Is 7,9b
Sal 119,113




Jn 14,26





Mt 26,28
Mc 14,37













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