Tres meses después de Teresa, Inés
ingresó al Instituto y poco tiempo después, siguió Elsa, la misma que le
insistiera a su hermana que la vida religiosa era cosa de tomar muy seriamente.
Las tres, desde Rosario fueron trasladadas a Buenos Aires y permanecieron
aproximadamente un año en la Comunidad de Santa Rosa Centro. Después de ese
período, partieron a cumplir con el período de noviciado en Brasil con dos
postulantes más: Magdalena D'Amico (Madre Inés), y Alicia Passini, (Madre
Rosa).
Matilde recuerda con admiración y agradecimiento a quien fuera la Madre Maestra de este grupo.
"Madre Elizabeth era francesa; una mujer cultísima que dominaba cinco idiomas y tenía una formación muy particular: la habían educado en su casa con maestras que vivían o acudían a la extensa mansión en la que habitaba con su familia. Su maestro de matemáticas había sido su propio padre. Recuerdo claramente cuando la Hermana Elizabeth contaba el día en que había llegado a Brasil un telegrama procedente de EE.UU. En ese momento estaba al frente de la Provincia la Hermana Rosario Marchese. No entendía el inglés y le pidió a ella que le leyese el contenido. Era, ni más ni menos, la fatal noticia de la muerte de la Santa Madre. En el noviciado éramos tres pares de hermanas de sangre y la Madre Maestra decía que con las únicas que se notaba era conmigo y con Luján, porque nos lo pasábamos peleando".
Cumplido el período estipulado para el noviciado, llegó el momento de la primera profesión. Teresa tomó el nombre de Matilde, Inés, el de Flora y Elsa, el de Luján; Magdalena el de Inés y Alicia, el de Rosa. Matilde, ya profesa, tuvo como destino la comunidad de Santa Rosa Caballito. El deseo de santidad seguía más vivo que nunca, pero algo daba vueltas en su corazón, algo la inquietaba.
Santa Rosa - Caballito |
"La cuestión fue muy fuerte. De regreso del noviciado y ya en Santa Rosa Caballito, veía a una catequista laica que venía a dar clases de religión a los chicos del barrio. Yo limpiaba la galería una vez acabada la jornada escolar, miraba a la chica que daba catequesis y decía para mis adentros: esta muchacha está dando catequesis y nosotras acá, haciendo tareas de limpieza. No vamos a la parroquia, no estamos en contacto con el pueblo... estamos acá, encerradas".
Tenía que hablarlo con alguien. Una de las Hermanas de la comunidad era Madre Serena Pennaroli, santa mujer que había ingresado al Instituto en tiempos de Madre Cabrini. Matilde tomó coraje y decidió confiarle lo que estaba sintiendo.
"Le dije que no entendía por qué, si Madre Cabrini iba a las parroquias, estaba con los chicos, en contacto con la gente, nosotras no hacíamos lo mismo. Ella, como siempre lo hacía, me contestó con franqueza. Me dijo que era verdad, que la Santa Madre lo hacía, pero que después de su muerte, Madre Antonietta Della Casa, que asumió como su sucesora, temió mucho que se perdiera el espíritu del Instituto, y con el afán de conservarlo, se cerró. Prácticamente todo quedó entre los muros".
Después de un silencio, Matilde continúa:
"Yo sufría esta situación.
Sufría la falta de contacto con el exterior. Limpiar el piso no tenía para mí,
nada que ver con la misión. Lo recé mucho y finalmente, pedí permiso, insistí y
algo conseguí. Nos habían comentado que detrás del Colegio vivía un señor mayor
que estaba muy enfermo; empezamos a visitarlo. Todo fue muy paulatino, pero ya
empezaba a hacerse carne en mí la necesidad imperiosa de estar con la gente,
mezclarme con el pueblo, de poder tener una misión”.
...
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