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Las vueltas de la vida son extrañas y
los caminos de Dios, a veces, lo son más aún. Matilde asumió la dirección de la
escuela primaria de Caballito y fue nombrada superiora de la comunidad. Estando
en Buenos Aires pudo tener más tiempo para seguir buscando una solución para el
problema de Humberto.
Quien ha conocido en ese tiempo el
estilo de la Comunidad de Santa Rosa Caballito habrá notado, sin dudas, que
rompía un poco los cánones que observaban en las otras comunidades. Las
maestras, las profesoras y otras personas cercanas a las Hermanas entraban con
naturalidad al comedor y hasta compartían a veces la comida con las hermanas.
Madre Luján estaba ahí también y al mejor estilo de las hermanas Giovagnoli,
cuidaba amorosamente, como una madre, a una chiquita llamada Melania Nuñez y a
otra, algo mayor, llamada Herta, que ayudaba en la cocina.
Matilde no cesaba en su intento de buscar la solución, el alivio para el sufrimiento y el dolor físico de Humberto. Parece que la angustia de aquel tiempo vuelve ahora, mientras sigue relatando la zozobra de los momentos que se acercaban.
"En los ratos en que lo visitábamos con Madre Constantina o con quien me acompañara, hablábamos mucho con él. Siempre decía que quería estudiar. Decía que quería ser abogado. Que una cosa eran las piernas y otra era la cabeza. Quería estudiar abogacía para defender a los hijos de las madres que eran malas. El momento de la operación se acercaba, pero para que pudiera concretarse eran necesarios unos aparatos y ganchos que permitirían enderezarle de a poco la columna. Mientras me ocupaba de conseguirlos, Humberto y otro muchacho estaban en un tratamiento que consistía en estirarlos con un sistema de pesas. Se hacía imposible conseguir acá todo lo necesario para la operación. El momento era muy duro, siempre que podía lo acompañaba mientras rezaba y le pedía a la Santa Madre y al Corazón de Jesús el milagro. El estiramiento del cuerpo con las pesas duró un mes. Y como siempre, la providencia, cuando uno la suplica, aparece. De pronto, pensé en el Hospital Columbus; ahí estaba la Hermana Irma Lunghi; tenía que ponerme en comunicación con ella. Le pedí a la profesora de inglés del colegio que oficiara de intérprete y la llamé. Esta hermana comprendió perfectamente todo, consiguió los aparatos y los mandó desde Estados Unidos. Llegaron las cajas y se las llevamos al médico. La felicidad de este hombre fue muy grande al comprobar que, en realidad, habían llegado dos juegos y que por lo tanto, también podía operar al otro chico que estaba haciendo el estiramiento con Humberto.
¡Cuánto más grande es la bondad, la anchura
y la profundidad del Corazón de Jesús que siempre da, y da en abundancia! Así
fue que los dos fueron operados. Pasó ocho meses con un yeso y a esta primera
operación le siguen otras. En este tiempo, Humberto se quedó en la Comunidad de
Caballito ocupando una habitación externa mientras progresaba con en el
tratamiento".
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