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Para Matilde, esta hermana (Serena Pennaroli) era un referente importante. Ella misma le había contado de qué manera la Santa Madre había sido determinante en su vida.
"Cuando Serena iba a hacer la
profesión, la Madre Maestra le dijo a Madre Cabrini: ‘A la Pennaroli es mejor
mandarla de vuelta a su casa, tiene tuberculosis’. La Madre le respondió: ‘no,
que baje; que baje y haga la profesión junto con las demás. Será una buena
religiosa’. Y así fue: hizo la profesión, vivió intensamente su vocación hasta
que el Señor la llamó cuando tenía más de 100 años. La verdad es que, al
principio, esta Hermana fue para mí un poco motivo de escándalo. Yo seguía
siendo muy estructurada todavía y me escandalizaba la libertad con la que le
hablaba a la Superiora. Me conflictuaba hasta tal punto que, cuando estaba por
hacer los votos perpetuos, dije que no, que no quería hacerlos, porque para ser
como Madre Serena, prefería no hacerlos. Yo estaba siempre con esa cuestión del
cumplimiento estricto de la Reglas. Después, por suerte, las cosas fueron
cambiando. Una vez, ella estaba en el laboriero encuadernando una biblia, entré
y ella me la dio, me dio la biblia para que la leyese y me dijo: tome, pero
escóndala debajo de la mantela para que no la vean. En esa época no nos estaba
permitido leer la biblia. Ella me la dio y me aconsejó que no la hiciera ver y
me dijo: antes no era así, pero ahora tenemos prohibido leerla. La Santa Madre
hacía alusión a textos bíblicos con mucha frecuencia. La cuestión es que esta
Hermana me la dio y me recomendó que la llevara debajo de la mantela y la
leyera en mi celda. Es ella la que me introduce directamente a la Palabra de
Dios y con eso, me introduce en la libertad. Madre Cabrini también tiene ese
espíritu libre frente a las costumbres religiosas. Ha sido una mujer abierta.
No hace mucho leí un libro sobre la Madre, uno que escribió un ateo y veo que
él se pregunta: ¿Por qué Madre Cabrini se embarca en Granada y va hacia donde
están los indios Misquitos acompañada solamente por una postulante, en un
barquito por el río San Juan? Este hombre, que creo que es el último biógrafo,
sabe que ella se embarca porque el Papa le encomienda la misión de ir a ver cómo
estaban actuando los misioneros entre los indios. Nadie nunca dijo nada sobre
por qué la Madre hace este viaje tan arriesgado y no hace nada concreto; no
establece una misión ni vuelve allí. ¡Había sido mandada por el Papa! ¿Cómo se
atrevió a esos lugares? Ahora, conociendo Nicaragua, uno piensa: ¿Cómo se
atrevió esta mujer a esos lugares y en aquella época? Era muy libre, muy libre;
tenía esa misma libertad que con el tiempo supe ver y apreciar en Madre Serena.
De a poco fui comprendiendo, fui aprendiendo a ver cosas. Bueno... estoy
diciendo todo esto para decir, finalmente, que a mí, desde entonces, la vida
comunitaria me resultó muy ahogada. Era como cerrada. Me daba cuenta que no me
estaba permitido ser lo que Madre Cabrini quería que sus hijas fuesen. Y la
verdad es que quienes me abrieron el espíritu en este sentido fueron estas dos
hermanas: Teresa en Capilla del Monte y Serena en Caballito” (Cfr. Viajes, De
Nicaragua a New Orléans, 1982, pág 135-ss).
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